Capítulo XIII: Un encuentro aterrador

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Narra Elizabeth

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Narra Elizabeth

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No puedo creer lo que estoy viendo en este momento, el miedo me paraliza dejándome sin aliento y cierro mis ojos para evadir aquella silueta atemorizante y oscura que se encuentra frente a mí.

Siento como un cosquilleo me invade de pies a cabeza, mi cuerpo tiembla, y aunque trato de estar tranquila es muy difícil ya que sé que un ser oscuro hace presencia en el lugar.

—Abre los ojos. Muéstrame tu mirada llena de rabia y dolor.

Escucho una voz ronca que me ordena de una forma para nada amable. Me lleno de valor y cuento hasta tres, luego abrí mis ojos lentamente con la mirada agachada y lo primero que vi fue unos enormes pies con garras puntiagudas, mientras que un hedor asqueroso se desprende de ellas. Levanto mi mirada poco a poco, y lo observo en detalle; su cuerpo es de alta estatura, fuera de lo normal, posee piel negra y sin pelaje alguno, su torso es delgado dejando a la vista sus huesos desalineados, ojos rojos demasiado intensos y un hocico pronunciado, igual al de un lobo, solo que con colmillos mucho más filosos y sobresalientes.

Lo que estoy viendo justo ahora no es humano, es una mezcla de un lobo erguido en dos patas, y mucho más alto que la estatura normal de una persona.

—¿Q-qué quieres de mí? —pregunto y doy unos cuantos pasos atrás.

—Elizabeth Lassarre, permite que me apodere de tu alma y sacie tus ganas de venganza.

Da un paso acercándose y el suelo bajo mis pies tiembla, la luna se torna de un rojo aún más notable y las ramas de los árboles se mueven con brusquedad.

—Basta, por favor. Ten piedad de mí —le suplico —. No sé quien eres, no sé lo que quieres.

—Soy tu escapatoria, soy tu salida, yo te liberaré de tu dolor. Todos los que acabaron con tu felicidad van a pagar si aceptas estar de mi lado.

Me extiende su mano, la cual tiene unos dedos muy largos junto con unas garras manchadas de sangre seca.

—¿A qué te refieres con eso?

Suena tan intimidante que incluso me ha puesto los pelos de punta.

—Te he elegido porque tienes la capacidad de enfrentarte a esos humanos estúpidos. Juntos podemos unir fuerzas y hacernos invencibles, con tus poderes de bruja y con los míos le demostraremos a ese gente patética que somos poderosos, yo te dejaré vengarte y luego te dejaré marchar.

Los recuerdos llegan a mi mente, atormentándome nuevamente. La sangre, las súplicas, las lágrimas de mis padres me rompen el corazón una vez más. Recuerdo el fuego incendiando mi amado hogar y las burlas de esas malditas personas que fueron las responsables de que dos almas inocentes hayan partido de este mundo.

Veo sus ojos totalmente rojos y llenos de maldad, y por alguna extraña razón permito que el odio se apodere de mi decisión. Comienzo a extender mi mano hacia él, estoy temblorosa, pero aún así no me detengo. Estoy a punto de tomar su mano, pero de repente, una lechuza blanca pasa volando por el medio impidiendo cerrar el trato con el ser oscuro. Aquella se posa sobre la rama de un árbol y me mira atentamente.

El ser oscuro frente a mí se desvanece y me siento mareada al instante, me tambaleo un poco pero recobro el sentido y de un abrir y cerrar de ojos volví a la normalidad. El sol se escabulle entre las ramas de los árboles, la naturaleza me rodea y junto a ella, varios animales también. Ardillas, conejos, mapaches, muchos animales se han quedado inmóviles observando fijamente como si hubiesen presenciado lo que acaba de ocurrir.

La lechuza que interrumpió la presencia del ser oscuro se ha marchado misteriosamente ¿Qué ha pasado? ¿Salió bien? Golpeé mi cabeza arrepintiéndome de la decisión que estuve a punto de tomar, sé que el mal no es la salida, pero en ese momento solo no me quedó de otra que dejarme llevar por el odio que estoy guardando en mi interior.

—¡Elizabeth! —grita Elek y aparece. Su expresión lo dice todo, está igual de aterrado que yo.

Se acerca corriendo hacia mí y me abraza, siento su cuerpo sudoroso y el calor intenso que lo invade.

—¡Por la madre naturaleza! ¿Estas bien? ¡¿Que acaba de pasar?! —me tomó de los hombros y comenzó a analizar mi cuerpo para asegurarse de que no esté herida —. Un ente te arrastró hasta aquí, no pude hacer nada para impedirlo ¿Te lastimó? ¿Qué te dijo? Dime que no...

—Basta, Elek. Estoy bien, enserio —le mentí y me sentí mal por hacerlo, pero sé que si le digo le informará a los líderes y eso empeoraría las cosas.

—Pero... estoy preocupado por ti, te quiero mucho y no puedo permitir que algo te pase.

Sus palabras me conmovieron pero contuve mis lágrimas y tomé su mano cariñosamente. No dije nada más y permití que me llevara de nuevo a la tribu.

Lo mejor es que nadie sepa lo que ha ocurrido...


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