𝟎𝟑 | Impregnando sonrisas

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"El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos"
William Shakespeare

"El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos"William Shakespeare

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𝐈𝐈𝐈

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Valentina

𝐂𝐎𝐌𝐎 𝐒𝐈𝐄𝐌𝐏𝐑𝐄, 𝐌𝐄 𝐋𝐄𝐕𝐀𝐍𝐓𝐄́ 𝐓𝐀𝐑𝐃𝐄. Fue complicado tener que ir a toda prisa a la Universidad. Estudiaba psicología, era mi primer año, y ya quería que acabase, aunque era interesante la materia. Cuando llegué, la profesora me dijo que esperara fuera, pero no por castigo, sino porque me tenía que decir algo. Yo me puse nerviosa porque pensaba que había hecho algo malo y me expulsarían o algo. Pero no tuve mucho tiempo de pensar en nada, porque ella salió de la clase y me miró.

—Valentina, quitando tu impuntualidad, eres una alumna de diez. Lo has demostrado durante todo el curso, a mí y a todos los profesores. Tienes unas notas brillantes, y en el examen de inteligencias, sacaste una media más alta que tu clase, probando que tienes nivel de segundo de carrera—dijo.

—Muchas gracias profesora—sonreí.

—Normalmente, los alumnos de segundo y tercero hacen lo que se dicen prácticas en equipos, ya que hemos visto que quieres dedicarte a psicología deportiva—comentó ella.

Sí, es verdad. Quería hacer un máster de psicología deportiva. Porque le hice una promesa a mi abuelo, y no lo rompería nunca.

—Así es—asentí aún sin entender lo que quería decir.

—Lo que hacemos es poner tu perfil en una web y un equipo te contrata, normalmente en un periodo entre 3 meses y un año. Pusimos el tuyo y en menos de una semana ya tenías 5 ofertas del área del fútbol—habló.

Yo sonreí al ver que al menos algo estaba haciendo bien.

—Hemos cogido la mejor oferta—informó. Yo miré expectante—Creemos que el mejor equipo es el Barcelona, así que entrenarás ahí, pero ahora que viene la selección, Luis Enrique ha pedido que les acompañes en el viaje.

—Dios mío.

—Lo has hecho muy bien, Valentina, estamos muy orgullosos de ti—sonrió.

Hace tanto tiempo que no había escuchado a nadie decirme que estaba orgulloso de mí, que sonreí a más no poder.

—Muchas gracias, profesora—agradecí.

—No me las des, dátelas a ti misma, que has hecho un trabajazo. Ahora, yo tengo que volver a clase, pero tu te tienes que ir a la ciutat deportiva del Barcelona para hablar con todos—dijo antes de darme unas palmaditas en la espalda. Yo me despedí y seguí caminando hacia la entrada para ir a mi destino.

—Valentina—volvió a llamarme. Yo me giré—Vas a comerte el mundo, acuérdate—me guiñó un ojo. Yo no supe que decir. Ella se metió en la clase y yo empecé mi camino.

No me sueltesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora