7. Resplandor Postrero

302 40 0
                                    

Hermione despertó, sola, en el vasto lago de la cama de dosel de Snape. Habían llegado allí, apenas, después que Snape comenzara su segundo asalto a su cuerpo, y antes que Hermione se lo hubiera devuelto esta mañana.

Luego, hubo la deliciosa discusión que tuvieron, acerca de cómo Snape no consideraba la felación como una opción viable dentro de los términos de su contrato. Después de todo, no aumentaba sus posibilidades de concepción. Ella había contraatacado con que, hablando estrictamente, ya habían excedido el mínimo requerido de una vez al día, y que cualquier actividad sexual adicional sería considerada discrecional. Por supuesto, él era Severus Snape, así que tenía que intentar ganar el debate. Había afirmado la mandíbula, y se había lanzado a una lección absolutamente innecesaria sobre el mecanismo de la concepción. Hermione simplemente puso los ojos en blanco, se inclinó hacia delante, y lo tomó en la boca. Eso había silenciado más discusión.

Hermione estiró su cuerpo desnudo, bien gastado, contra las sábanas arrugadas. Alucinante. Todo el asunto era alucinante. El sexo, las discusiones, el exhausto sueño entrelazados. Lo más alucinante de todo, ahora era oficialmente la amante de Snape. Rio entre dientes para sí misma. ¿No era la vida una cosa extraña y misteriosa?

Como era su costumbre matinal, Severus estaba en pie ante las ventanas de su biblioteca, bebiendo un verdadero caldero de té negro. En un día normal, seguiría su té con una carrera moderada, seguida por una hora de práctica de Kata, todo antes de que los lerdos comenzaran a agitarse en sus camitas calientes.

Pero no hoy. Hoy había pasado la totalidad de la mañana en la cama con una bruja desnuda. Una bruja con quien había pasado la mayor parte de la noche luchando cuerpo a cuerpo. Ahora pasaba de mediodía. Una deplorable falta de disciplina. Por suerte, era domingo, y no tenía obligaciones hasta la patrulla de la tarde. Sin embargo, si recordaba correctamente una conversación de madrugada, la Señorita Granger ya llegaba tarde a un compromiso programado.

Snape no sólo estaba inquieto por cómo se les había escapado el tiempo, sino que también estaba en cierto modo mortificado por cuánto entusiasmo había puesto en ejecutar su deber anoche, y de nuevo anoche, y otra vez esta mañana. De no haber respondido ella con tal exuberancia, podría haberse reprendido a sí mismo por falta de delicadeza. Sin embargo, la Señorita Granger no le había dejado duda acerca de su satisfacción con el ejercicio. En consecuencia, decidió no dejar que su desliz lo preocupara. No estaba ablandándose. Aun así, la guerra había terminado hace más de una década, tenía derecho a hacer algunos... ajustes.

Estaba, sin embargo, el asunto de las marcas que había dejado en su cuerpo. Era adolescente, e irrazonable. Se sintió mortificado al recordar, aunque vagamente, cuán fuerte había sentido el instinto de marcarla, de reclamarla como suya, de hacerla suya. Qué... primitivo. Y absolutamente impropio de él.

De cualquier modo, al menos podría arreglar las evidencias. Había alterado un filtro sanador, lo había adaptado de modo que no dañara nada si resultaba que habían concebido anoche. Dejó la mezcla esperando al lado de la taza de la Señorita Granger.

Como convocada por sus pensamientos, la Señorita Granger apareció en el umbral, despeinada, y llevando una de sus túnicas de algodón. Bostezó, y avanzó arrastrando los pies para abrazarlo. "Espero que no te importe la túnica. Creo que hiciste desaparecer mi camisa en la nada anoche. Te la traeré de vuelta esta noche. Oooh ¡Café!" Antes de que él pudiera readaptar sus expectativas, ella se había abalanzado sobre su taza. Su rostro se ensombreció cuando miró dentro. "¿Té? ¿Quién bebe té por la mañana? Bueno, tú, al parecer. Debería haberlo sabido." Notó el pequeño vial junto a la taza. "¿Qué es esto?"

"Un leve reconstituyente, con un filtro sanador. Lo mejoré para hacerse cargo de esas, eh, marcas."

"¿Marcas? ¿Qué mar...?" Sus ojos se ensancharon y su boca formó una "O." "Severus Snape, ¿me marcaste? ¿Me hiciste un chupetón?" Corrió al cuarto de baño. Snape oyó su chillido desde su sitio en la sala de estar.

"¡Lo hiciste! ¡Me marcaste por todas partes!"

Snape se encogió.

"No estoy orgulloso del hecho. Esta poción las eliminará."

Hermione emergió del baño, riendo. "¿Y si no quiero tomar la poción? ¿Y si quiero conservarlas? ¿Y si les tengo cariño?"

Snape miró horrorizado.

Hermione rio aún más fuerte. "¡Estoy bromeando, estoy bromeando!" Bebió la poción de un trago, tomó un vacilante sorbo de su taza de té, y cogió su bolso.

"Gracias por una maravillosa primera noche juntos." Se arregló con un movimiento de varita, le dio a Snape un beso en la mejilla, y corrió hacia la puerta. "Ah, y cuando te vea esta noche, traeré café."

Cuando la puerta se cerró tras ella, Snape miró absolutamente perplejo. Esa mujer era absolutamente enloquecedora. ¿En qué narices se había metido?

Fin del Capítulo 7

PatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora