16. Parto

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Severus se estremeció al encontrarse de vuelta en la realidad. Su cuerpo, olvidado mientras estaba en la mente de Hermione, no se había librado. Estaba empapado en sudor, las caderas le dolían, sus músculos abdominales gritaban por la tensión. Dada la opción, habría escogido el crucio sobre el nacimiento en cualquier momento.

En este punto, Hermione parecía estar mejor que él. Doña Ana la había ayudado a adoptar una postura en cuclillas de modo que la gravedad pudiera ayudar a la niña a descender por el canal de nacimiento. No era lo que él había esperado, pero ciertamente parecía sensato. Ahora que era una participante activa en el nacimiento, se reconocía a Hermione como ella misma. Ya no más la temerosa víctima del dolor que había sido hace tan poco rato.

A Severus lo alivió sin fin ver que había regresado a sí misma.

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Ésta era la sensación más extraña que Hermione había experimentado jamás. Todavía era dolorosa, sí, pero sólo moderadamente. Lo que era abrumador era el imperativo, un mensaje recibido por todo su cuerpo de "EMPUJAR." La Medibruja no existía. Severus no existía. Nada existía salvo ella misma y su imperiosa necesidad de completar su tarea.

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Él realmente no tenía idea de lo que le sobrevino. Sólo podía expresarlo como un impulso primordial, atávico. Fuera lo que fuera, saltó a la acción en el momento que oyó rugir a Hermione, y vio la cabeza de su hija emerger de su cuerpo. El impulso lo alcanzó, y actuó sin pensar. Empujó a esa medibruja oficiosa, indigna, a un lado. Habían sido sus manos, sí, las suyas, las que cogieron el cuerpo resbaladizo de su hija cuando se deslizó afuera. Su contacto fue el primer contacto que jamás conocería.

Estaba arrugada, cubierta de cera y sangre y mojada de fluidos. Sus ojos estaban hinchados. Su cara era una máscara de furia ante el ruidoso, brillante, frío mundo exterior. Era la cosita más furiosa que jamás había visto... y era atrozmente hermosa.

A cierto nivel oyó la risa aliviada de Hermione, y el complacido cloqueo de la comadrona. Pero los sonidos no se registraron. Sólo tenía oídos para la indignación del llanto de su hija. Su hija. Sí. Ciertamente su hija.

La Medibruja cortó con la varita el cordón umbilical, y su hija se convirtió en un individuo, una forma de vida independiente. Dentro de su pecho, algo se movió, como un pedazo de sí mismo quebrándose, un pedazo que nunca volvería a estar entero.

Acercó a la niña a su madre risueña, y le sorprendió descubrir que era reticente a ceder este sucio bulto chillón. Uno pensaría que estaría ansioso por pasarlo. Siempre le habían gustado las cosas pulcras, en sus lugares, llenas de orden y auto-contención. Y esta pequeña criatura no era ninguna de esas cosas. Podía sentir, ya, que esta criatura era el epítome del desorden, que lo reordenaría todo si la dejara. Y aun así, quería retenerla, quería mucho retenerla.

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"Hola, niñita. Soy tu mamá."

Hermione estalló en carcajadas por la fiera expresión de la cara de su hija. Sin dudar en absoluto de cuál de sus padres sacó eso.

Ahora que el dolor había terminado, ahora que su hija estaba a salvo en sus brazos, Hermione se sintió mejor al instante. Más tarde, cuando las endorfinas desaparecieran, estaría dolorida de la cabeza a los dedos de los pies. Pero ahora, con su familia al fin completa, se sentía maravillosamente. Porque eran una familia, incluso si Severus no lo sabía todavía. Cualquier duda en su mente había desaparecido cuando vio cuán reticente era a entregarle la niña. Obviamente estaba enamorado hasta las trancas. Dependía de ella mostrárselo.

"Es hermosa, Severus, ¿no?"

Él trató de parecer impasible, pero fracasó miserablemente, porque todavía tenía estrellas en los ojos. "En efecto, lo es, Hermione. En efecto."

*********

Y así fue como llegó a estar sentado en este sillón, observando dormir a Hermione, con su hija envuelta en los brazos.

La bebé, llena de la primera leche de su madre, estaba despierta y alerta. Lo miraba con ojos sabios, suspicaces, como si memorizara su rostro. Severus le devolvía la mirada, y sintió el pedazo roto en su interior voltearse de modo alarmante antes de volver a asentarse. Cubrió su incomodidad con palabras.

"Haces bien en ser cautelosa, pequeña. El mundo es un lugar traicionero. No se debe confiar en todos. Pero puedes confiar en tu madre. Es una buena mujer. De buen corazón, pero fuerte. Algún día, harás bien en volverte como ella. Así que puedes confiar en tu madre. Hoy luchó como una Banshee para traerte al mundo.

Y puedes confiar en mí. Yo no soy un buen hombre, hija. Pero seré bueno contigo. Nunca conocerás el peso de una mano furiosa, ni la angustia de ser olvidada. Nunca vivirás en una casa de oscuridad. Tu madre lo procurará. También yo. Si hay cualquier cosa en esta vida que pueda darte, entonces lo haré. Lo juro."

Arrullada por el sonido de la voz familiar, melódica, de su padre, la nena bostezó, y sus ojos se cerraron.

Habían pasado 48 horas desde que había dormido. 48 horas desgarradoras, difíciles. Con todo derecho debería estar anhelando descansar. En cambio, se sentía agudo, vigilante, dolorosamente vivo.

Decidió seguir vigilando mientras madre e hija dormían.

Fin del Capítulo 16

NA: ¡Yay! Felicidades a nuestros orgullosos nuevos padres.

Muchas gracias a todos, queridos lectores, por seguirme a través de este punto de la historia. ¡Casi estamos en el final!

Theolyn

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