17. Nombre

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Severus despertó al sonido de canto. Siguió el sonido para encontrar a Hermione, desnuda hasta la cintura, sentada en su sillón, la bebé ocupada en su pecho.

Se acercó deslizándose, en silencio, pero ella sintió su presencia, y volvió los ojos cansados, alegres, hacia él.

"Buenos días, Papá."

"Buenos días. ¿No ha cambiado el horario?"

Hermione hizo una mueca. "No, el camión de la leche sigue siendo llamado cada dos horas. En cuando terminamos, vuelve a comenzar desde el principio. Qué gran manera de recuperarse de una maratón, ¿eh?"

Snape no podía estar más de acuerdo. Había pensado que el nacimiento era una barbarie. Esta última semana, con las hormonas locas de Hermione, los pechos duros como rocas, y la parte inferior comprensiblemente dolorida, había sido sólo ligeramente mejor, a su modo de ver. Al menos esta vez, estaba dispuesta a aceptar su ayuda; su poción había reducido la mayoría de su incomodidad física. Desafortunadamente, ni siquiera sus reconstituyentes eran rivales de la incesante privación de sueño. Entre la constante necesidad de él de ver cómo estaba la niña, y el riguroso horario de lactancia y cambios, ambos habían disfrutado de pedazos de sueño no mayores de una hora seguida. Con cientos de miles de años de invención, era difícil creer que la evolución no pudiera haber ideado una solución más elegante a la crianza de un niño. Una que implicara un período comatoso inmediatamente después del parto, quizá. Sí, eso estaría bien. Podrían ponerse todos en estasis, descansar por completo, y entonces embarcarse en este ridículo frenesí alimentario.

La Señorita Granger estaba soportándolo bien, sin embargo. Sin dormir, ocasionales ataques de llanto masivo, sed interminable... y aun así, parecía feliz, perpetuamente tarareando y cantando y mirando a su hija por interminables períodos de tiempo.

Y Lily. Bueno, era una maravilla. Una maravilla ruidosa, productora de excrementos, con filtraciones, exigente, pero una maravilla de todos modos.

Anoche, mientras estaba tomando su turno de cambio tras la alimentación, se había girado para encontrar a la niña haciendo flotar sus pañales en el aire. Era enormemente inusual que la magia se manifestara tan temprano. Nunca había oído tal cosa. Pero no había duda de que estaba, de hecho, practicando magia sin varita a la tierna edad de 7 días. Cuando se lo había contado a Hermione, había palidecido visiblemente ante las noticias.

Ambos tenían todo un reto.

Snape se contuvo. Hermione tenía un reto. Él no sería más que una parte secundaria de la vida de Lily. La elección de nombre de Hermione todavía hacía que se le apretara la garganta. Había declarado que el nombre era en honor a la memoria de Harry, pero él sospechaba que había escogido el nombre para complacerlo. Y estaba extrañamente sorprendido de descubrir que, complacerlo, lo hacía.

En algún momento del último año, había hecho las paces con esa parte de su vida. Ya no sentía la culpa abrasadora de haber mediado en la muerte de Lily. Ya no sentía ácido por el recuerdo de que ella hubiera escogido a otro hombre.

Lo que había resurgido en los últimos meses era el recuerdo de su dulce amistad de infancia. Con la perspectiva del tiempo, ahora se daba cuenta de que fue el primer afecto real que había experimentado jamás. Ella le había enseñado que había luz en el mundo. Era una lección que había olvidado por muchos años, pero aun así, sentía que quien era ahora era enormemente a causa de ella. Lo había salvado. Hacer que su hija, su heredera, llevara su nombre, se sentía correcto de una manera que nunca habría imaginado. Que Hermione supiera esto, que fuera lo suficientemente generosa para nombrar a su hija como su amor de infancia, bueno, era mayor evidencia de su fuerza y generosidad.

Cuando pensaba en ello, descubría que muchos recuerdos de su experiencia pasada habían cambiado últimamente. Había hecho cosas terribles con Voldemort. Cosas horribles, dañinas. Nada cambiaría eso jamás, y la carga del sufrimiento que había causado siempre sería suya. Pero en cierto modo, estaba dejando atrás la auto-recriminación. Cuando miraba a la pequeña Lily, se sentía... casi... limpio.

Marchó hasta el cuarto de la niña para coger un paño limpio para Hermione. El castillo había hecho algunos reajustes durante el parto de Hermione, y una habitación pequeña, soleada, había sido adosada a su dormitorio para el momento que la penosa experiencia acabó. Severus casi había terminado con el hechizo que encantaría el techo. Quería un espejo exacto del techo del gran comedor. Por supuesto, ya que ese hechizo tenía cientos de años de antigüedad, y estaba largamente olvidado, había llevado bastante esfuerzo recrearlo. Pero estaba confiado en que lo dominaría en otro par de intentos.

Quizá, de haber estado menos privado de sueño, se habría preguntado por qué estaba poniendo tanto esfuerzo en una habitación que sólo sería ocupada una semana al año. Pero, tal como era, su poder de introspección, como el resto de él, estaba exhausto. Tal auto-descubrimiento tendría que esperar a otro día.

Fin del Capítulo 17

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