11. Malestar

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Hermione nunca había estado tan miserablemente enferma en su vida. Apoyó la cara en la fresca porcelana blanca. No vomitaría esta vez, no lo haría. Náuseas Matinales. Vale. ¿A qué idiota se le ocurrió ese nombre? Más bien náuseas-de-todo-el-día-y-la-mayor-parte-de-la-noche.

Ni siquiera era el vómito lo que estaba afectándole, aunque no había nada como ver la comida que comiste horas antes regresar con el mismo aspecto que tenía cuando la comiste. (Sabía que el proceso digestivo se ralentizaba con el embarazo, de modo que su cuerpo pudiera absorber nutrientes adicionales... pero esto era ridículo.)

No eran las náuseas, o los horribles gases abrasivos intermitentes, ni siquiera la incesante necesidad de ir al baño. (Dios, apenas tenía el tamaño de un cacahuete; ¿qué iba a hacer cuando tuviera 7 libras asentadas sobre su vejiga? ¿Montar su despacho en el cuarto de baño?)

No, no era ninguna de esas cosas lo que estaba afectándole. Era la sensación general de malestar. Era constante. Su cerebro comprendía la razón de ello, cómo su sistema inmunitario estaba siendo suprimido de modo que su cuerpo no rechazara el feto. Así que estaba agradecida por ello a un cierto nivel... o intentaba estarlo, de cualquier modo. Simplemente se sentía fuera, mal, cansada como un perro.

Sospechaba que el malestar estaba comenzando a afectar a Severus, también. Desde que le había dado la clave de sus protecciones, a él le había dado por aparecerse dos o tres veces al día. A pesar de la afirmación de la medibruja de que no podía hacerse nada mágico, él seguía sin convencerse. Estaba aplicándole perpetuamente pociones y tónicos. Cuando había comenzado a vomitarlas, había cambiado a pomadas, buscando un vehículo que pudiera llevar la magia a través de su piel.

La hacían oler bien, como un jardín de hierbas andante, lo que era un aliciente ya que no estaba tolerando muchos olores estos días. Pero no parecía ayudar con el malestar.

Lo único que podía comer con cierto grado de confianza era pan. Pronto, envíos de pasteles frescos estaban llegando con regularidad. La mayoría de ellos eran el trabajo de los elfos domésticos de Hogwarts; después de comer su comida durante 7 años, podría reconocerla con los ojos cerrados. Pero al menos una vez por semana, obtendría algo escandaloso, algo tan bueno que llevaba lágrimas a sus ojos, y sabría que Severus había estado en la cocina.

A las 10 semanas de embarazo, estaba en la cima teórica de su rampa hormonal. Mientras que sus hormonas continuarían aumentando, lo harían a un ritmo más lento y constante que previamente. Con suerte, su cuerpo se compensaría, y comenzaría a sentirse mejor. Hasta entonces, continuaría manteniendo su taza de excusado escrupulosamente limpia, y haría las paces con la porcelana tan a menudo como lo necesitara.

Su rostro seguía apretado contra el servicio cuando Snape entró a largas zancadas.

Verla allí, verde, estremeciéndose, sola, lo puso furioso. ¿No le había asegurado su última lechuza que estaba sintiéndose mejor? ¿Cómo iba a conseguir hacer nada si no podía confiar en que ella le dijera cómo estaba sintiéndose realmente?

Bajó la mirada hacia ella imperiosamente, y ella agitó una mano cansada como saludo.

"Así que, Señorita Granger, ¿sintiéndonos mejor, estamos?"

"Bueno, estoy mejor, Sev- ¡oh!" Y con eso, subió la comida bien equilibrada que había estado intentando proteger. Maldición. De verdad había querido conservar ésa. Snape observó impasible mientras ella tiraba de la cadena, y se arrastraba hasta el lavabo para buscar su cepillo de dientes.

"Sí, puedo ver que está sintiéndose espléndidamente. Un parangón de salud y vitalidad. Cómo, oh cómo pude haber dudado de usted."

Hermione lo fulminó una desagradable mirada, y comenzó a cepillarse los dientes.

"Mira," dijo ella, la boca llena de pasta de dientes, "me siento como la mierda, pero no hay nada que podamos hacer al respecto, y la medibruja dice que estoy sana como una manzana. Así que lidia con ello, ¿vale?"

Snape se pasó una mano por el cabello con frustración. "Señorita Granger. Hasta que encuentre la cura para sus náuseas, necesito saber que usted y el niño están bien. Teniéndola tan lejos, sufriendo en silencio, toda sola, está haciendo muy difícil que me concentre. Realmente desearía que consintiera en mudarse al castillo por la duración de su embarazo."

Hermione se quedó boquiabierta, su cepillo de dientes colgando de su boca como un cigarrillo olvidado. "¿Lo dices en serio?"

Snape comenzó a pasearse adelante y atrás en los confines de su cuarto de baño. Tener su gruesa túnica negra arremolinándose hacía que la habitación pareciera aún más pequeña. "Señorita Granger, asumiría que a estas alturas sabría que no se me conoce por mi humor. Lo digo muy, muy en serio. Es la única manera. No voy a conseguir hacer nada. O bien estoy aquí, o pensando en venir aquí, o preguntándome si debería estar aquí. Ya que usted está en excedencia, y mis obligaciones en Hogwarts son inflexibles, sólo es lógico que debería venir a quedarse conmigo."

Hermione parpadeó y escupió el cepillo de dientes. Se secó cuidadosamente el rostro con una toalla, y luego se volvió hacia él. "Debería, ¿verdad?"

Algo en su voz debió haberle dado la indicación a Snape, porque comenzó a parecer visiblemente nervioso. Las últimas semanas le habían otorgado una saludable valoración del mal genio de Hermione. "Hermione, por favor." Se frotó el rostro con las manos. "Por favor, haz esto por mí."

Quizá fue el empleo de su nombre de pila lo que la desarmó. O el tono suplicante de su voz. O el hecho de que realmente estaba comenzando a parecer agotado. Pero ella se sintió ablandarse. Después de todo, era difícil pasar por todo esto sola. Y de verdad extrañaba a Severus en la cama por la noche, incluso si no estaba dispuesta para sus ejercicios habituales. ¿Por qué no debería al menos intentar ver si podían coexistir más de cinco días seguidos?

"¿Te aparecerás aquí una vez a la semana, y echarás un ojo a mi jardín?"

"Lo haré."

"¿Y empacarás mis cosas y mis libros?"

"Sí."

"¿Y le encontrarás sitio a Tawny en la lechucería?"

"Sí."

"¿Y me dirás cuándo necesitas espacio en lugar de ser simplemente un imbécil?"

"Sí, sí, sí. Haré cualquier cosa que tenga que hacerse. Por favor, Hermione."

Hermione suspiró. "Bueno, de acuerdo entonces. Lo haré."

La mirada de alivio en su rostro hizo que Hermione se sintiera como una heroína. No se había dado cuenta de cuán dura había sido para él esta situación, aunque en retrospectiva, probablemente debería haberlo hecho. Ciertamente había estado esforzándose al máximo por cuidar de ella, incluso en la distancia.

"Severus, no puedo aparecerme. Y odio volar en escoba."

"Hay un threstal atado a tu serbal."

Hermione se estremeció. "Seguro de ti mismo, ¿verdad?"

"No seguro, Señorita Granger. Esperanzado."

Esperanzado. Ésa era una palabra que nunca había pensado oír a Severus aplicarse a sí mismo. Incluso con su mal humor, le gustaba de verdad cómo sonaba.

Fin del Capítulo 11

NA: Así que H y S se mudan... ¡progreso! Y pobre Hermione. ¡Sé bien cómo se siente! (Escribir: estupenda manera de resolver tus propios problemas infligiéndoselos a otras personas. ¡Hey!)

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