Severus Snape, maestro de pociones, se sentaba encorvado sobre su gran escritorio. No tenía trabajos que corregir, ni tomo que consultar, ni tratado sobre el que poner la pluma. Durante dos semanas había intentado sacar el asunto de su mente, intentado evitarlo. Pero no había tenido éxito.
Se había mudado por completo fuera de su cómodo apartamento, regresando sólo para cambiarse de ropa. El actual estado ordenado del apartamento carcomía su serenidad, recordándole constantemente lo que estaba echando en falta. Mejor evitarlo, incluso si significaba dormir en la habitación de los prefectos Slytherin.
Mientras había luz de día, se había lanzado a su trabajo. Poción tras poción chisporroteaba y se desinflaba. Su trabajo manual no había sido tan deplorable desde su época como estudiante de primer año. Así que había trabajado en su jardín medicinal, causando la misma cantidad de alboroto, hasta que en un momento de distracción, había tirado por accidente el brote anual de regonia, destruyendo el cuidado de un año entero con un simple barrido de su túnica. Disgustado, reconoció que iba a tener que llegar a las manos con la oferta de la Señorita Granger, de un modo u otro.
Y así, había venido aquí, a su aula desierta. Se había sentado, en el frío, en la penumbra, donde siempre había pensado mejor, y dejó rienda suelta a su cerebro. Por supuesto, fue directamente a la Señorita Granger. Imágenes de ella le llegaron con gran inmediatez. Hermione, el cabello húmedo de transpiración, la cabeza echada atrás en el momento del clímax. Hermione, madura de niño y practicando trabajo de varita. Hermione de parto, luchando con fuerza inhumana para sacar adelante a su hija. Recordó la textura de su mente, cómo, incluso en su agonía, se había sentido tan ligera y sin mancha. Cómo había aceptado su presencia, y se había reconfortado en ella. Consideró el aprecio que le tenía. La ágil brillantez de su mente. La paciente lógica de su naturaleza. El apasionado flujo de su discurso. El deslizarse de su cabello cuando le caía por la espalda. Que estos pensamientos abrieran un pozo de vacío sin fondo en sus emociones, lo reconoció, pero lo dejó a un lado para consideración posterior.
Su cerebro pasó a su hija. Lily Snape. El olor increíblemente delicioso de su cabeza. De hacer una poción Amortentia, no tenía duda de que ése sería su aroma. También pensó en la seria oscuridad sin fondo de sus ojos. Eran los ojos de él, lo sabía, sólo que más pequeños, más perfectos. Sus fieras demandas. El rápido ritmo de su respiración mientras dormía. El jubiloso rapto de su rostro cuando hacía danzar sus juguetes por encima de su cama. Que pensamientos de ella engendraran una necesidad visceral de estar cerca de ella, lo ignoró. Tales cosas, creía, podían ser dominadas con el tiempo.
Había amado una vez antes. A una brillante joven bruja llamada Lily. Su muerte había desgarrado en él una herida que había llevado la mayor parte de cuatro décadas sanar. Volver a abrir voluntariamente esa caja de Pandora era ridículo. Pero, ¿qué había del hecho que el Amas Veritas no hubiera funcionado con él? ¿Ya estaba enamorado de verdad? Por desgracia, conocía la desagradable respuesta a esa pregunta. Había conocido la respuesta desde que las palabras habían salido por primera vez de los labios de la Señorita Granger. Había hecho todo lo que pudo por no vomitárselas de vuelta, y rogarle que se quedara con él para siempre. Sí, a pesar de su resistencia, ciertamente estaba enamorado.
¿No podría simplemente desenamorarse entonces? ¿Regresar a cómo eran antes las cosas? ¿Reanudar su vida sencilla, segura? Por atractivo que pudiera ser, sabía que no podría. Era, lo sabía, un hombre vil, desagradable. Pero también era tenaz. Su amor por Lily había sido una cosa de juventud, no puesto a prueba, y aun así lo había llevado consigo durante 40 años. Lo que sentía por la Señorita Granger, sospechaba, corría más profundamente que eso. La idea de que pudiera desenamorarse de ella, una hechicera que no sólo estaba viva sino que también lo quería, lo quería lo suficiente para arrojar su corazón a sus pies... bueno, simplemente estaba más allá de su naturaleza. Ahora que la amaba, la amaría para siempre. No había modo de cambiar eso.
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Patrimonio
FanfictionTraducción de 'Patrimony' de Theolyn. Su respuesta al desafío de la maternidad subrogada. Hermione es una bruja de éxito. Sabe quién es, y sabe lo que quiere. Y lo que quiere es un hijo engendrado por Severus Snape. Calificado M por capítulos poster...