8. Intermedio

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Extractos de la correspondencia de Severus Snape y Hermione Granger, entregada vía lechuza.

Señorita H. Granger,

Le escribo para preguntarle por su salud. Por favor, contacte conmigo con una actualización del estado de nuestro proyecto.

--S. Snape

Severus,

Estoy bien, pero lamento decirte que lo más seguro es que no esté embarazada.

Hermione

Señorita Granger,

Haber logrado nuestro objetivo al primer intento habría sido enormemente improbable estadísticamente.

--S. Snape

Severus,

Tienes razón, por supuesto. Pero estaba decepcionada de todos modos. Estoy mejor ahora, sin embargo. ¿Cómo estás tú?

Hermione

Señorita Granger,

Estoy bien. Le interesará saber que una vez más estoy echando en falta piel de serpiente arbórea de mis almacenes privados. Me encontré pensando en usted y sus miserables amigos.

--S. Snape

Severus,

Si estás refiriéndote al desafortunado fiasco de la Multijugos, te aseguro que he aprendido la lección. No he tomado una gota del material desde el final de la guerra.

Hermione

PS: Vigila el lavabo de chicas del 2º piso. Es el mejor lugar para preparar poción Multijugos.

Señorita Granger,

Gracias por la información. En efecto, atrapé a los sinvergüenzas en el lavabo del 2º piso.

--S. Snape

Severus,

Entonces, acerté, ¿verdad? ¿Cuál es mi premio?

Hermione

Señorita Granger,

No tenía idea de que se requería un premio. ¿Qué sugiere?

--S. Snape

Severus,

Pasteles para desayunar.

Hermione

Severus Snape plegó el pedacito de pergamino antes de deslizarlo en su bolsillo con los demás. A decir verdad, había estado disfrutando la bizarra pequeña correspondencia con la Señorita Granger. Cada hora del almuerzo, su lechuza leonada aparecería fuera de su aula, un papelito aferrado en el pico. Cada tarde, su propio gran búho cornudo se remontaría con su respuesta. Puso la pluma sobre el pergamino.

Señorita Granger,

Hecho.

--S. Snape

Mañana la propia dama vendría para su segunda visita mensual. Si era honesto consigo mismo, tendría que admitir que en realidad estaba esperando con ganas su visita. Y quería pasteles, ¿verdad? Bien, le mostraría un pastel o dos. En su mayor parte, la habilidad con las pociones se trasladaba en habilidad para hornear. Y él era muy, muy hábil. Sus croissants de chocolate, rellenos de chocolate que él mismo preparaba a partir de granos de cacao, habían hecho llorar de alegría a Dumbledore a menudo. Snape los había empleado como necesidad para ganarse la conformidad en pequeños asuntos de desacuerdo entre ellos. A menudo había sospechado que el terco anciano creaba conflictos específicamente para poder ganarse uno de los pasteles de Severus. Habían pasado años desde que los había hecho, pero todavía tenía toda la receta memorizada. No tendría problema en satisfacer el diente goloso de la Señorita Granger.

De hecho, disfrutaría haciendo que le rogara más.

Con eso, Snape arrancó el pedazo de pergamino del rollo, y se dispuso a enviarlo. Al menos uno nunca tenía que preocuparse de perder la forma cuando tenía que lidiar con las interminables escaleras de Hogwarts. Un viajecito a la lechucería era entrenamiento por sí mismo.

De camino allí, sorprendió a dos Slytherin unidos en un torpe abrazo amoroso. Había tanta saliva en la cara de la chica que parecía que acababa de emerger del lago negro. Ugh. Los adolescentes eran criaturas repulsivas. No era de extrañar que su impulso sexual hubiera estado dormido. Les echó una buena reprimenda, no por ser atrapados morreándose, sino más bien por haber ocultado su cita tan mal. Se suponía que eran Slytherin, después de todo. Consideró brevemente regalar a la Señorita Granger con el incidente, pero pensó mejor en ello. No necesitaba compartir cada detalle de su vida sólo porque estuviera compartiendo la cama con la bruja.

Adolescentes repugnantes aparte, difícilmente podía reclamar una libido dormida en el presente. Ni un día había pasado desde la cita del mes pasado que no se hubiera enfrentado con una u otra fantasía representando a la Señorita Granger in flagrante. Lo distraía y lo molestaba en el mejor de los casos. Una poción de Flaccidez se hizo cargo de la distracción física, pero no hizo nada por arreglar el problema en su mente, que parecía haberse marchado a un tour nostálgico por la adolescencia. Como si un viaje a través de ese infierno en particular no fuera suficiente.

Bueno, la Señorita Granger estaría aquí bastante pronto. Mejor comenzaba a preparar su chocolate.

La Señorita Granger, por su parte, reconoció el incremento de su libido con un poco más de aplomo. Manejó sus hormonas a la vieja usanza: con sus dedos y la ayuda ocasional de un grifo de ducha. Encontró interesante descubrir que sus viejas fantasías ya no funcionaban. Ni el apuesto-pirata-colándose-por-la-ventana, ni la fiesta-de-pijamas-en-casa-de-Ginny; ni siquiera la que nunca fallaba desconocido-en-el-metro. Pero daba cualquiera de estos papeles a cierto enigmático maestro de pociones, y estaba lista para las carreras.

Suponía que no debería sorprenderse. Después de todo, él le había dado un poco de sexo alucinante, y tenía toda esa cosa de "fruta prohibida" acerca de él en la cabeza. Había sido su maestro durante 7 años; la idea de que estuviera intentando concebir un hijo con él todavía era un poco alarmante. Fuera lo que fuera, él era delicioso, y Hermione no podía esperar a tomar otro bocado de él.

Un leve golpe en la ventana llevó una sonrisa al rostro de Hermione. 2 pm. Debía ser Architeuthis, el gran búho cornudo de Snape. Hermione lo dejó entrar, y arrebató con cuidado el pergamino del pico de Archie. Tenía un mordisco malévolo.

Hermione sonrió ante la respuesta de una palabra. La divertía ver que él todavía insistía en llamarla "Señorita Granger." El hombre era tan increíblemente susceptible. La hacía desear pinchar sus defensas con algo salvaje. Pero se resistió, por el momento. Si él necesitaba mantener la apariencia de formalidad, incluso si estaban follándose al otro locamente, entonces lo dejaría salirse con la suya... por ahora.

Metió la mano en la provisión de comida de su propia lechuza, y le arrojó a Archie un ratón blanco, que él atrapó hábilmente y se tragó de golpe. Gracioso, cuán conmocionada y consternada se habría sentido acerca de algo así cuando era más joven. Ahora, habiendo visto lo que había visto, y hecho lo que había hecho, simplemente aceptaba que la naturaleza era casualmente brutal. No hacía malvada a la lechuza, o al ratón una víctima. Simplemente era.

En el gran esquema de las cosas, Hermione consideraba que alimentar con ratones vivos era una práctica más limpia y responsable que pagar a alguien el salario mínimo por triturar partes de ratón de baja calidad en unas croquetas de aspecto higiénico. En su mente, si ibas a mantener un ave carnívora en tu vida, deberías tener las pelotas de mantenerla bien.

Mientras observaba a Archie tomar vuelo, se le ocurrió a Hermione que estaba manteniendo a un ave muy carnívora en su vida en la persona de Severus Snape. Puede que sólo estuviera en su vida un breve tiempo, pero pretendía hacerlo bien con él. Sus instintos le decían que no había sido tratado amablemente por la vida. Y aun así, no era la víctima de nadie: valiente, franco, aunque sigiloso, no era más malvado que el búho. Era quien era. Era así de simple.

Y por el momento, también resultaba que era suyo... un hecho que Hermione planeaba aprovechar al máximo.

Fin del Capítulo 8

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