El último intento

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—Tiempo sin vernos, ¿no crees? —dijo aquella chica misteriosa portando una amable sonrisa—. Kujo Jotaro-kun.

No obstante, Jotaro se mantuvo en silencio mirándola de pies a cabeza mientras fumaba su cigarrillo sin darle importancia a la aparición de esa chica que parecía conocerlo. Tras meditar unos pocos segundos en su mente, decidió hablar.

—¿Qué quieres? Estoy ocupado.

—¿Así le hablas a una amiga que no has visto en cinco años? Incluso me arreglé para verme como en ese entonces... Me sorprende que hayas cambiado mucho.

—No tengo interés en tener una charla casual, ¿puedes ir directo al grano? Realmente me estás molestando —se quejó dejando escapar el humo de su boca.

—Está bien, iré directo al grano. Vine aquí para conocer a tu yo actual. ¿Sabes? Me enteré que hace no mucho te volviste el tutor privado de unas quintillizas, ¿no es así? ¿Podrías contarme sobre tus estudiantes? —preguntó ella manteniendo su cordial amabilidad.

—¿Y eso a ti qué te importa? Dijiste que habías venido a conocer mi yo actual, no a hablar de otras personas.

—Bueno, en realidad tiene que ver mucho contigo. Por lo que sé, te has vuelto alguien muy necesitado por ellas, ¿no?

—No puedo negarlo, son tan estúpidas que necesitan la mayor cantidad de ayuda posible, pero yo no haré eso —comenzó a responder sin mucho interés en el tema—. Actualmente, tienen problemas que van más allá de las tutorías así que no tengo porque involucrarme y no me interesa que ocurra con ellas.

—¿Hablas en serio? —La desconocida chica se puso seria y lo miró con algo de tristeza—. No creo que seas honesto contigo mismo. ¿No se supone que eras el chico más amable y altruista de todos? Eso es lo que me inspiró para cambiar y dar todo lo mejor de mí.

—Pues que lástima haber traicionado tus expectativas, pero así es la realidad. Ya no soy un niño estúpido, he madurado.

—Sigo sin creerte una sola palabra. Tú no pudiste cambiar tanto, ¿o sí? Quiero creer que solo tu exterior es lo único que cambió y sigues siendo esa buena persona... —se lamentó mirando con algo de decepción el rostro indiferente de Jotaro.

—Piensa lo que quieras.

—Entonces, creo que es hora de irme y desaparecer para siempre... —Ella se dio la vuelta y comenzó a alejarse.

—¿Desaparecer para siempre? Soy tu tutor, quieras o no, me seguirás viendo.

La pelirosa se detuvo en seco después de escuchar esa respuesta de Jotaro. Sin poder creerlo, se giró lentamente para mirarlo con nerviosismo al tutor que continuó fumando su cigarrillo.

—¿Q-Qué es lo que has d-dicho...? —inquirió atónita siéndole muy difícil formular palabras correctamente.

—Lo que oíste. ¿Crees que soy estúpido? Es más que obvio que eres una de las quintillizas. Mismo rostro, color de cabello, color de ojos, misma estatura, misma voz. ¿Creíste que no iba a notar ese detalle tan obvio? —argumentó tirando su cigarro al suelo con molestia.

—Pero... —Trató de hablar, pero el muchacho continuó hablando.

—Me di cuenta desde el primer día que iniciaron las tutorías. Tengo buena memoria y claro que recuerdo a esa niña que conocí que casualmente tenía la misma apariencia que ustedes. Simplemente no le di importancia porque era cosa del pasado. Ahora con el problema que ocurrió, ¿vienes a intentar implorar por mi ayuda recurriendo a viejos recuerdos? Simplemente pudiste venir sin ningún disfraz, eres una cobarde.

Un tutor muy serioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora