La recompensa de su esfuerzo

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Desde que las quintillizas regresaron a la vida de Kujo Jotaro, la paz y tranquilidad que había tenido durante cinco largos años había desaparecido demasiado rápido por las constantes molestias y escándalos que provocaban ellas cuando iban a visitarlo de imprevisto con el fin de pasar el rato, como simplemente hablar, jugar con la pequeña Jolyne o solo estar en el hogar de él para hacerle compañía.

Si de cualquier otra persona se tratase, probablemente él ya hubiera explotado y hubiera mandado a la mierda a aquel que lo fastidiara demasiado.

Sin embargo, en el caso de las chicas, ellas se habían vuelto importantes en la vida del joven así que toleraba todas las tonterías que hacían o que lo involucraban en contra de su voluntad. Después de todo, era algo que caracterizaba demasiado bien a las quintillizas, ser ruidosas, y más cuando las cinco estaban reunidas.

No obstante, la estancia de las cinco juntas no duró demasiado después de un mes, ya que tres de ellas, solo habían venido a ese país a causa de que se tomaron unas pequeñas vacaciones y ahora que habían terminado, ya era hora de regresar a su hogar y retomar sus deberes cotidianos, siendo el caso de Miku y Nino continuar atendiendo sus restaurantes, y en el de Itsuki, seguir trabajando como profesora.

Y bueno... Tampoco es que le faltara compañía.

En una de las tantas mañanas, Jotaro llegó al gimnasio privado al que siempre iba como parte de su rutina diaria para mantenerse en forma. Como parte de dicha rutina, consistía en ser bien recibido y saludado por los recepcionistas del lobby que ya lo conocían de hace tiempo; también subir por el elevador y preparar la música en su teléfono para entrenar tranquilamente.

Cuando llegó al área de entrenamiento, al primer lugar al que se dirigió fue a las estanterías para dejar todo su equipo como su bolso deportivo y quitarse la sudadera quedando únicamente con su tank top negro que resaltaba sus músculos trabajados.

Luego de haber hecho la primera parte de su entrenamiento diario que consiste en 15 minutos a alta velocidad en la caminadora, fue a las máquinas que generalmente no estaban llenas ya que había muy poca gente en dicho gimnasio; debido a que la mayoría de personas prefieren asistir a lugares como los spa a relajarse o ir a restaurantes para desayunar antes que hacer un pesado entrenamiento en la mañana. En el caso de Jojo, él tenía bastante disciplina.

Jotaro se retiró uno de los auriculares en su oído cuando sintió que era abrazado por detrás. No tenía que hacer ninguna suposición. Podía deducir fácilmente quienes eran las personas que harían un contacto tan cercano con él como abrazarlo. Solo dos personas se le venían a la mente, ya que prácticamente todos ahí eran desconocidos para él y ninguno haría una locura como esa.

—¿Ichika? —Jotaro ladeó la cabeza para ver que la quintilliza mayor lo estaba abrazando—. ¿Qué se supone que estás haciendo?

—Buenos días, Jotaro-kun. Solo te estoy saludando —respondió ella con un tono coqueto de voz mientras guiñaba el ojo y se separaba de él—. ¿Acaso no te gustó sentirme?

—Podías simplemente saludarme como una persona normal. —Ignoró los intentos de coqueteo de Ichika y suspiró dándose la vuelta para mirarla de frente—. ¿Dónde está Yotsuba? ¿No era ella tu entrenadora?

—Bueno, como mi entrenadora, también tiene que modificar los ejercicios que hago para estar en forma de acuerdo a mi progreso. El día de hoy, se quedó en nuestro departamento para modificar la rutina pero me dijo que viniera a entrenar para no perder ni un solo día.

—Ya veo.

El pelinegro dio por finalizada la conversación y se dio la vuelta para ir a las máquinas y comenzar a entrenar pero nuevamente fue detenido por Ichika que lo tomó de la mano. Como una obvia reacción, él volteó a verla.

Un tutor muy serioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora