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Los rayos del sol lograron despertarme, y a diferencia de otros días, sonreí al respecto. Yo era un fanático del invierno y los días lluviosos, pero estaba tan feliz que unos simples rayitos que mis gafas simplificaban no me arruinarían el día.

Me levanté con rapidez, y busqué ropa limpia, vistiendome mientras daba un par de pasos, bailando a la par. Me puse mis zapatillas favoritas y bajé las escaleras, encontrándome con la imagen de mi padre fumando un cigarrillo frente al televisor, y de mi madre haciendo el desayuno.

—Buenos días papá. —lo saludé, pero no desvió los ojos de la pantalla, y asintió.

Era mejor que nada.

Besé la mejilla de mi madre y me senté frente a la barra, tomando el sándwich que había preparado y procedí a comerlo, sonriendole en las pausas porque había quedado delicioso. Ella acarició mi mejilla y le llevó la comida a mi padre, sentándose a su lado, viendo la televisión junto a él. Cuando terminé limpié todo y fui a lavarme los dientes, terminando de arreglarme y marchandome finalmente de ahí, sin olvidar mi guitarra, por supuesto.

—¿Irás con Stuart? —preguntó mamá.

—Sí, debemos aprendernos una canción para la clase y queremos practicar. —ella sonrió.

—Bien, dale mis saludos cariño.

Le regalé una pequeña sonrisa, y salí por la puerta tras despedirme de ambos.

La verdad es que no me dirigía a la casa de mi mejor amigo precisamente.

Ayer al salir de la escuela el maestro McCartney me detuvo para pedirme mi número, y me envió un mensaje cuando llegué a casa, dejándome la dirección del punto donde nos encontraríamos para ayudarlo con sus canciones. Detestaba tener que mentirle a mamá, pero sabía que no me dejarían salir si mencionaba a Paul, la situación sería extraña y no quería que se saliera de control, por lo que debía ser inteligente y ocultar esto lo mejor posible.

Tomé el autobus que me llevaría al centro de la ciudad, sintiéndome sumamente nervioso y emocionado; feliz. De tan sólo pensar que estaríamos solos por bastante tiempo en un lugar me revolvía el estómago, pero de buena forma. No evité sonreír al recordar su imagen, su voz, y lo muy bien que lo pasábamos juntos, que ya faltaba poco para volver a vernos y escapar de la realidad mientras tocábamos.

Bajé del transporte, y seguí el GPS de mi celular, que me indicaba dónde debía ir y cuánto tardaría en llegar. Sin dudarlo deposité toda mi confianza en el aparato y caminé por las calles, evitando chocar con las personas porque no despegaba la vista de la pantalla. Mis pies se detuvieron frente a un edificio, y observé curioso la infraestructura, según mi celular ya había llegado a mi destino, pero no comprendía hacia dónde debía ir. Tenía un par de carteles, una escalera que llevaba hacia un subterráneo y otra al segundo piso.

—Hey muchacho, ¿te diriges al estudio?

Miré hacia mi costado al darme cuenta de que se dirigían a mí, y noté que se trataba de un tipo rubio y joven, luciendo exactamente igual a Kurt Cobain, incluso llevaba una camiseta de Nirvana que me hizo aguantar una risa.

—Ah, creo que sí... ¿Dónde está? —él apuntó con su dedo lentamente las escaleras que dirigían al subterráneo.— Gracias Kurt.

Antes de que dijera algo, me fui por las escaleras que señaló con rapidez, riéndome porque sentí que había cometido una travesura.

El lugar era un poco oscuro, pero no aterrador, porque estaba repleto de luces y carteles led que le daban un aspecto interesante, y también un par de cuadros con grandes estrellas del rock de los años 80 hacia atrás. Mi inseguridad y leve temor se esfumaron por completo cuando estuve bastante seguro de que aquí me encontraría con el maestro, y es que era más que obvio. Llegué al final de los escalones, y mordí suavemente mi labio al encontrarme con un amplio y largo pasillo, el cual tenía un par de puertas cerradas en sus costados.

practice teacher ; mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora