CAPÍTULO 34: El camaleón

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El camino a nuestra habitación fue silencioso. Koran no me soltó, y tuve que soportar su mano sobre mi hombro durante todo el trayecto. No dije nada porque consideré que tenía que sentirme afortunado de que no me llevara de la mano como a un niño pequeño.

- Entra en el dormitorio - me ordenó, en cuanto se abrieron las puertas.

Eso era nuevo. Di un par de pasos vacilantes y entendí que él pretendía quedarse en el salón, de momento. De hecho, se sentó en el sofá. En cuanto estuve dentro del cuarto, las puertas se cerraron tras de mí y me sentí atrapado. ¿Por qué me había mandado allí? ¿Por qué no venía?

Pasó un buen rato y aquella puerta seguía haciendo de muro entre nosotros.

"Tampoco tengas prisa en que venga, porque no creo que entre con ganas de hablar y achucharte, precisamente"

Ese pensamiento me puso todavía más nervioso. Según mi parecer, aquel no era el peor lío en el que me metía desde que nos conocíamos. No tenía forma de saber que había algo así como una Sala del Tiempo en la nave. Había hecho cosas peores y sin embargo Koran no había estado tan... turbado... como en ese momento.

¿Era aquella horrible espera parte de mi castigo?

Sin poder aguantarlo más, apoyé la oreja contra la puerta, para ver si escuchaba algo. Tal vez estaba afilando una espada para cortarme la cabeza o para desollarme vivo. Eso habría explicado la tardanza.

Para mi sorpresa, Koran estaba hablando con alguien. No logré identificar la voz de su interlocutor, pero entendí perfectamente lo que decían. No me costó mucho entender que estaban hablando de mí:

- Al principio decidí ser firme - dijo Koran.

- Hiciste bien. Los terrícolas de su edad suelen ser incapaces de seguir normas y de hablar sin decir groserías - respondió la misteriosa voz, perteneciente a algún hombre joven.

"¿Quién se ha creído el tipo ese?" me indigné.

"Oh, vamos. Algo de razón tiene".

- Después reparé en que le había regañado demasiado en los escasos días que llevaba conociéndole, así que me relajé un poco - continuó Koran.

- Y ahí estuvo tu error...

- No, tú no le conoces. Rocco es un buen chico.

"¿De verdad piensa eso?"

Me sentí crecer varios centímetros.

- No lo discuto, pero... - comenzó la voz, pero Koran le interrumpió.

- Lo sé mejor que nadie, puedo detectar sus emociones y sé que no tiene malos sentimientos... Solo algo de celos hacia ti, aún tengo que indagar en eso.

"¿Hacia ti? ¿¡Está hablando con Garret!? ¡¡¡!!! "

- ¿Hacia mí?

- Sí, es un muchachito bastante inseguro. Y nuestra relación aún es tan nueva... Me preocupa meter la pata...

Aunque ya lo sabía, reparé una vez más en que aquello no era nuevo solo para mí. Koran nunca antes había sido padre y, por lo que estaba escuchando, no estaba tan seguro de lo que hacía como aparentaba.

- Así que... ¿le vas a dejar pasar cualquier tontería que haga? - preguntó el desconocido.

- No, eso tampoco. Hoy se puso en peligro - la voz de Koran sonó firme de pronto. - El solo hecho de pensar que... No puede tener esas pataletas y salir corriendo y menos en un sitio que aún no conoce del todo. Además, ya he comprobado que ser demasiado benevolente también le hace mal...

HeterocromíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora