Cuando en las películas la policía hace un placaje a algún criminal, el actor suele poner una breve mueca de dolor, que enseguida se transforma en un gesto de fastidio por haber sido detenido. Aunque había visto infinidad de escenas como esa en la pantalla, jamás hubiera podido adivinar que caer al suelo con dos personas encima pudiera doler tanto.
- ¡Soltadle ahora mismo! ¡Soltadle! – gritó Koran, acudiendo a mi rescate y levantando a los soldados para que me liberaran. - Pero ¿qué os pasa?
- Alteza, os atacó.
- ¡Es empático al igual que yo! Aún no controla sus habilidades. Solo estaba canalizando las emociones de ese malnacido. No fue su culpa, pero, aunque lo hubiera sido... ¡Es solo un niño! - exclamó. - ¿Acaso reaccionáis así con todos los críos que se salen de control o es solo porque es un mestizo? – les acusó.
- Atacar al príncipe es traición...
- ¡Tiene diecisiete años! ¡No ha empezado ni a ser un bebé todavía! – gritó. Mis mejillas se pusieron rojas, porque cientos de personas habían podido escucharle. - ¡Es mi hijo! ¡Es mi hijo, maldita sea!
Koran agarró a uno de ellos por la solapa y juraría que estuvo a punto de meterle un puñetazo, pero en lugar de eso se giró y acabó golpeando al prisionero. Solo entonces comprendí que tal vez no eran solo las emociones del hombre que había intentado matarme las que estaba canalizando, sino también las del hombre que quería protegerme. Su ira contra el prisionero y su rabia contra sí mismo eran abrumadoras. ¿Acaso se culpaba de lo que había pasado? Pero si él no había hecho nada...
...Hasta ese momento, en el que de un solo golpe prácticamente le había destrozado la cara al guardia esposado. Dediqué un segundo a admirar su fuerza y luego me espanté. Me parecía sucio golpear a una persona que está maniatada y no puede defenderse.
- Tu juicio será mañana – gruñó. – Prepara tu defensa, aunque no te servirá de nada.
Con una última mirada de desprecio, dejó que los soldados se le llevaran y a mí me atrapó en un abrazo. Me daba algo de vergüenza que toda esa gente nos viera así, pero los habitantes de la nave fueron marchándose poco a poco.
- ¿Te hicieron daño? Pagarán por esto – me aseguró.
- Solo... solo hacían su trabajo.
- No. Jamás deben tratar así a un niño y mucho menos al mío.
- No soy un niño – repliqué y antes de que pudiera contradecirme, añadí: - Sé que para ti sí lo soy y siempre lo seré, hay tropecientos años de diferencia, pero tú me dijiste que los okranianos cuando alcanzan la mayoría de edad tienen el aspecto que yo tengo ahora, más o menos. La diferencia es que yo llegaré allí con dieciocho años y ellos con cincuenta.
Mi afán por defender a aquellos soldados me sorprendía hasta a mí. Nunca había sido fan de la brutalidad policial, pero también sabía que no a todo se le podía llamar brutalidad. A sus ojos, yo debía haber sido una amenaza muy peligrosa, a punto de eliminar a su heredero. Tal vez incluso creyeran que lo había hecho a propósito, para usurpar su posición. Siempre había tenido facilidad para ponerme en el lugar de otras personas. De alguna manera, parecía correcto que mi superpoder fuera la empatía.
- Aún no eres mayor de edad ni en tu mundo ni en el mío – respondió Koran. - ¿Te sientes bien? ¿Te duele algo? ¿Estás más calmado?
- Sí... Yo... siento mucho... siento... no pretendía...
- Ya sé que no querías atacarme - me tranquilizó. – Fue tu telequinesis, te dije que se activaría en momentos de miedo o estrés y en ese momento tú eras un mero vehículo de emociones ajenas.
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Heterocromía
General FictionRocco siempre ha sido un chico muy sensible y empático con las emociones ajenas. Su vida está a punto de dar un giro radical, cuando conozca a su padre y los secretos que oculta. ¿Será que, después de todo, hay algo especial en él, además de sus...