CAPÍTULO 23: Las vacunas

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El resto de trámites fueron bastante aburridos y Koran se encargó de casi todo. Yo solo tenía que acompañarle y sentarme donde me decía. Dediqué gran parte del tiempo a observar mi antebrazo y a rozar con los dedos la pequeña protuberancia que delataba la presencia del chip. ¿Tendría un localizador o esas cosas solo sucedían en las películas?

- ¿Te molesta? – me preguntó Koran, con preocupación, al ver que no paraba de tocarme el brazo. Negué con la cabeza y vi en sus ojos un brillo de comprensión. – Debe ser raro para ti, ¿no?

- Un poco.

- Lo estás haciendo muy bien – me felicitó. - Ya casi acabamos y nos vamos a comer.

Me sentí como un bebé al que elogian por haberse portado bien en una reunión. Me ruboricé y esperé pacientemente hasta que Koran dijo que habíamos terminado.

Nos dirigimos al comedor, pero cuando ya iba a entrar, él puso una mano en mi hombro como para retenerme.

- Tienes que intentar tener más educación al comer, ¿vale? Sé que no lo haces aposta, entiendo que te has educado en otro planeta y sin necesidad de seguir los protocolos de la realeza. Pero te he estado observando estos días y hay un par de cosas que podríamos mejorar – me explicó, en un tono suave. No sé si no quería hacerme sentir mal o que estaba intentando ser menos tajante en su manera de hablarme. – Me gustaría que no apoyaras los codos sobre la mesa, que te sentaras con la espalda recta y que cortaras tu comida en trozos más pequeños.

- Va-vale. Perdón.

- No te disculpes. En los próximos días voy a darte muchas instrucciones como esta y Arkun también. Son cosas que un príncipe necesita saber, pero nadie espera que las conozcas ahora y nadie se enfadará contigo si se te olvidan – me aclaró. – Sé que puede ser frustrante que alguien te diga lo que tienes que hacer todo el rato, por eso quería avisarte.

Asentí y sonreí tímidamente. Entramos al comedor y me pregunté cómo lo hacía para calcular siempre que las mesas ya estuvieran llenas. ¿Era una cosa de la realeza, lo de llegar el último? ¿Se suponía que debía ser así?

Nos sentamos en nuestro lugar de siempre y los demás comensales me saludaron con la cabeza. Pensé que ya era hora de que les fuera conociendo, pues, con la excepción de Arkun, el maestro, apenas sabía nada sobre ellos.

Agarré a Koran del brazo para que se inclinara y poder hablarle al oído. Me dedicó una sonrisa y se acercó:

- Así que... esta gente es lo más de lo más de esta nave, ¿no? ¿Y quiénes son? Esa mujer de ahí se llama Ona, ¿verdad? – pregunté, recordando algunas conversaciones que había ido captando.

- Sí. Es la Capitán General de los soldados destinados en la nave – me informó. – Después está Arkun y los demás son representantes de algunas de las religiones que existen aquí. En otros comedores, presiden el Tribunal, otros maestros y mi... sobrino.

- ¿Qué? ¿Tienes un sobrino? ¿Está aquí? ¿Qué edad tiene? Oye, ¿y tú crees en alguna religión?

Koran dejó escapar una pequeña carcajada.

- ¿A qué quieres que conteste primero?

- A lo del sobrino.

- Claro que tengo un sobrino, tengo cuarenta hermanos, ¿recuerdas? De hecho, tengo tantos sobrinos que realmente paso apuros para recordar sus nombres. Garret es especial, sin embargo. Soy muy cercano con él, es hijo de mi primer hermano.

HeterocromíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora