CAPÍTULO 6

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Me sorprendió un poco que saliéramos de la ciudad. Un largo tramo de carretera nos condujo al restaurant que Coyle había mencionado en la carta. Lo supe de inmediato porque en el cartel frente al establecimiento no podía dejar más en claro que era el Restorán Lyonel's.

De pronto como que me dieron ganas de haberme quedado con Layla, viendo su romance de Tessa y Hardin. Lo fuera preferido mil veces a tener que entrar a un restaurante sumamente elegante, teniendo más pinta de miliciana en incognito que...alguien normal.

Mierda.

Y era un restaurante de humanos. No me quitarían el ojo.

¡Joder! ¡Maldito Original que arregló esta reunión! ¡Maldito Coyle por marcarme!

El chofer estacionó justo en la entrada del local y se bajó del coche para abrirme la puerta. Tanta ceremonia me empezaba a fastidiar, pero me obligué a salir del vehículo dándole las gracias.

El guardián, el papi chulo Guardián de trasero pomposo, ya había bajado y me esperaba al otro lado del coche. Lo alcancé rápidamente y no pude evitar sonreír, cayendo en la cuenta de que el pobre hacía todo por evitar mi mirada. Le había causado un revuelo fuerte.

La personificación de mi subconsciente arrugó la cara y se llevó una mano a la frente, pues veía con decepción mi descarrilamiento de la razón por la que estaba allí. Lo contrario de la atrevida, quien reía a carcajadas con el poder que le producía la incomodidad del dhampir; le choqué los cinco a esa desvergonzada.

Subimos los peldaños de piedra y cruzamos por debajo del toldo que cubría la entrada llena de comensales pendientes, poseedores de ojos que se detenían demasiado en nosotros. Accedimos al interior del local a través de las glamurosas puertas acristaladas, fijadas entre muros de piedra algo brillosas y buenamente escoltada a cada lado por palmas augustas en maceteros de loza oscura.

Casi no me daba cuenta de que fue un botones el que permitió nuestra entrada, ahorrándonos el trabajo de abrir nosotros mismos la puerta. Asimismo, por poco se me pasaba que el Guardián papi chulo ya no llevaba sus armas a la vista, pues claro.

—Buenas noches, hay una reservación privada del señor Christopher Coyle —le informó mi escolta a la rubia top model que estaba detrás de un pequeño mostrador.

La mujer le sonrió con algo más que amabilidad y no se molestó en revisar la lista que tenía en manos.

—Por supuesto —le regala una última sonrisa y luego, cansina, se dirige a mí más formal—. Por aquí, señorita.

Y se dio la vuelta para guiarnos. Vestía un vestido rojo muy ceñido que realzada sus curvas muy bien, cubría hasta un poco más bajo de la pantorrilla de sus largas piernas y también llevaba unos tacones punta de aguja a juego.

Me pregunté si así sería su andar—como si se le fueran a salir las caderas por los lados—o sólo se contoneaba para llamar la atención. No lo sabía, pero me recordaba a Zhukova...excepto por la piel bronceada de esta mujer.

Quizá y mi escolta estuviese disfrutando de la vista. Iba detrás de mí, no podía asegurarlo. Bueno, si resultaba de ese modo, mucha pena; ya no le pediría el número.

Y aparte, tú no tienes teléfono, idiota, me recordó la vocecita de mi subconsciente. Siempre metiche.

La azafata nos condujo por un espacio aparte y paró la caminata frente a una cortina extendida del color de su vestido.

Fruncí el ceño para no mostrar los nervios y el temor que se apoderaban de mí. Detrás de esa espesa cortina se encontraba el Original, el culpable de mis desgracias. El que tendría en sus manos la pieza faltante de mi memoria, su destino y el mío en simples palabras.

Lazo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora