CAPÍTULO 17

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Escuchamos el estallido antes de ver que el guardia se estrellaba contra una de las mesas que contenía las bebidas variadas. Cayó de espaldas y rompió la mesa en dos, tirando todo el contenido sobre ella al suelo y enrollándose el bonito mantel de rombos en las piernas.

Los gritos retumbaron en el espacio inmenso y antes silencioso del patio de Riley antes de que la multitud comenzara a dispersarse como hormigas aterradas. Vi que la mayoría de los que se encontraban en pánico descontrolado eran los Originales; muchos de los dhampirs se prepararon para enfrentarse al enemigo, muy pocos querían salir huyendo.

El pavor se arraigaba en mi interior, pero sabía que no podía huir habiendo Originales indefensos. Además, mis amigos estaban desaparecidos, no lograba avistarlos sobre todo por los gritos aterrorizados y el temblor de mis huesos al ver el peligro en persona.

El strigoi salió de entre las sombras y observó el lugar con súbito cuidado, como preparando su ataque. Mi respiración se cortó al ver la apariencia similar a la de los Originales… y las desemejanzas también.

Parecía un Original común y corriente, de veintitantos años, con el pelo rizado y vestido casual con un jersey de cachemira y sus pantalones elegantes. Sin embargo, si observaba mejor sus rasgos maltratados, me quedaba sin aire. Que tenía un aspecto desaliñado era poco decir. Su tez más desvaída de lo normal, llena de descoloridos cardenales que recorrían su cuello como una serpiente enrollada, desaparecían en la nuca.

Sus ojos…demonios, esos ojos. Cubiertos por una negrura profunda, que se hacía imposible diferenciar donde empezaba el iris. Jamás había visto tales ojos, jamás había tenido a un strigoi tan cerca.

Un alarido que haría helar la sangre a cualquiera salió disparado de la garganta del strigoi, paralizando a todos. Soltó un gruñido y dejó al descubierto sus colmillos largos y afilados, húmedos y brillantes, llenos de sangre.

El silencio nos mantuvo expectantes hasta que otro guardia hizo acto de presencia y arremetió contra el strigoi conservando la cautela de sus ataques. Todos los dhampirs miramos la lucha que llevaba a cabo el profesional mientras que los Originales buscaban refugio o manera de huir de allí. Bastó que más de un strigoi se apareciera para empezar a actuar.

Eran dos más, el guardia no sería suficiente y esos nuevos se esparcían por cada esquina para acorralar a los chicos. Los dhampirs estaban a la cabeza y, muertos de miedo, seguían con la barbilla en alto, dispuestos a pelear. Aunque no contábamos con armas, y sin ellas no sería nada fácil acabar con los strigoi.

Yo, aun con pánico, me envalentoné y me preparé para salir a prestar ayuda, cuando noté un movimiento vacilante a mi lado.

—Joder —masculló Riley dando pasos temerosos hacia atrás.

Fruncí el ceño, indignada por su comportamiento.

— ¿Qué haces?

Sus ojos, abiertos como platos, se fijaron en los míos, transmitiéndome un terror tan puro que casi me hacía flaquear con él.

—Hay que salir de aquí —se acercó a mí en una zancada y me fijé en que sus manos temblaban de nerviosismo—. Vamos, debemos aprovechar que no nos han notado.

Quiso jalarme del brazo pero yo me solté.

— ¡No! Debemos ayudar.

— Olvídate de eso. No podemos con ellos, sólo somos novicios; además, no tenemos ningún arma para defendernos. ¿Cómo acabaras con ellos sin una estaca? Piénsalo, pero ¡rápido!

Negué con la cabeza.

—Mis amigos están allá, no puedo dejarlos.

—Ya no puedes hacer nada —gritó por encima del barullo, insistiendo en jalarme del brazo.

Lazo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora