CAPÍTULO 14

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Al pisar el umbral que me dirigía al lado norte del campus, un entrometido profesor me pilló al vuelo y me obligó a incorporarme en las clases. No tuve más remedio que obedecerle, puesto que ese tipo me conocía por mis hazañas desagradables y me acompañó hasta el aula del Instructor Bykov,  por temor a que me pasara las clases en cuanto se despistara.

La adrenalina cubría la sangre de mis venas por estar a poco de dar con Coyle en un instante, nada más para ser descubierta por el metido ese. Mi respiración era muy anormal y mis nervios estaban tan elevados que hasta podría haberme dado un patatús allí mismo. Pero por suerte aguanté como pude y ya que hubo culminado la clase, me escapé entre la multitud de estudiantes.

Esta vez nadie iba a detenerme, había tanta gente en el exterior que me confundía fácilmente. Y si Müller me estaba siguiendo, pues se jodería porque, mis movimientos delicados y ágiles me hacían ser casi invisible entre el gentío, que pronto se disiparía.

Me di prisa y como pude llegué hasta el otro lado del centro del campus, en donde divisé pronto el pequeño edificio en el que se ubicaban las oficinas de Zhukova y la secretaria además del despacho del Decano.

Advertí a los Guardias que custodiaban esa parte de Stronghold, pero fácilmente los ignoré porque no suponían ningún problema para mí. Me fui acercando a la residencia y detuve la marcha unos minutos antes de que el Audi aparcara frente a la entrada del edificio.

Fruncí el ceño ligeramente y me mantuve quieta para prestar atención a la persona que había llegado. Lo más seguro es que se tratase de Birce, que salía muy a menudo a pasar tiempo con su familia.

Sin embargo, en cuanto vi que no venía solo, me escabullí entre los árboles para que no me vieran. Zhukova iba con él y llevaba su semblante profesional para que nadie se enterase de lo que habían hecho. Y yo, viendo la forma en que compartía una mirada rápida con el Decano, supe de inmediato que lo que hicieron mucho antes no era para nada profesional.

¡Qué tipo más despreciable! Engañando a su esposa con otra mujer, y de paso con Zhukova.

No me lo pensé dos veces y surgí de las sombras de los árboles, yendo directamente a su encuentro. Al principio no me notaron puesto que una vez que se bajaron se dirigieron al edificio; sin embargo al llegar a la puerta, se fijaron en mí y la sorpresa bañó sus rostros rápidamente, reduciendo el enfado que traía desde que salí de las residencias de dormitorios e inyectándome una pequeña dosis de diversión.

¡Ah, bueeeno! Los agarré in franganti, pero qué fácil

—Buenos días, Decano Birce —dije acercándome a las escaleras, con una sonrisa de los más dulce. Miré a Zhukova de la misma forma—. Zhukova…esto…señora Zhukova, buenos días.

Birce se vio algo incómodo mientras me devolvía la sonrisa cortésmente. Esperé y mis deseos fueron cumplidos…El Original se dejó al descubierto nuevamente con la mañita de acomodarse la corbata.

La bruja de Zhukova ya me conocía y de inmediato me lanzó una mirada recelosa, que no cabía duda y sospechaba de lo que yo sabía.

—Señorita, Jenssen, ¿no debería estar asistiendo a sus clases? —inquirió el hombre.

Subí apenas dos escalones de la entrada y negué con la cabeza.

—Yo nada más quería preguntarle por el señor Coyle.

El Decano alzó ambas cejas sorprendido, pero carraspeó y recobró su seria expresión, a lo profesionaloski. La subdirectora frunció el ceño y sus labios rojos formaron una mueca de desagrado, imagino que no se tragaba mi tono de voz meloso al referirme al Triunviro teniendo en cuenta la escenita que le ofrecí ayer.

— ¿Ah, sí? —preguntó Birce recuperando por completo la compostura.

Asentí con las manos en la espalda y mi cara de cuando estoy ocultando las atrocidades que quiero hacer.

—Sí, señor. Necesito hablar con él sobre el tema del traslado y eso, para acordar unas cosillas, usted sabe —hice un gesto con la mano para restarle importancia—. Bueno, y como no vi al Guardián que me ha asignado, como para preguntarle a él, decidí dirigirme a usted ya que se supone que hoy se reuniría con él… esto… el señor Coyle.

Birce se vio algo ¿aliviado? No lo sabría decir con exactitud, pero de que se veía más tranquilo era cierto. En cambio, Zhukova no dio crédito a mi manera tan educada de hablar, pues se cruzó de brazos y arqueó una ceja.

—Ah, Jenssen, el señor Coyle no está disponible hoy —replicó al fin el Decano.

Esta vez fui yo la confundida. Coño, que yo escuché bien que este mismo día se pondrían a organizar mi traslado.

— ¿Ah, no? ¿Y eso?

—Tuvo que viajar a Múnich por asuntos personales, pero ya el martes estará de regreso para establecer los requisitos. Puede venir en cuanto hayamos finalizado la evaluación de sus documentos.

¡Claro! una vez que me haya dejado la custodia a ese pedófilo, ironicé en mi fuero interno, exacerbando a la arpía dentro de mí, que se sacudía sumida en la ira. Mi subconsciente sopesaba muy bien sus siguientes palabras a tratar conmigo, ya que se preocupaba por el hecho de que le hiciera a un lado, de nuevo.

No obstante, me detuve a pensar en las palabras del Decano antes que nada. Según él, Coyle no se encontraba en el país; tuve que cavilar un poco para acordarme de que Múnich se encontraba en Alemania. Se quedaría a resolver asuntos personales, eh. Todo el fin de semana sin ver su horrible cara…
Okey, no, su cara era espectacular, pero ya me entienden…

Quiero decir que, si se encontraba al otro lado del mundo en este preciso momento, lo más seguro es que su Guardián personal también lo acompañase. Resumiendo, tenía tres malditos días para hacer lo que se me viniera en gana, sin ningún puto límite de esos que me imponía el Original.

¡Maldición! Tenía que contenerme para no estar dando brinquitos alrededor del Decano y la zorra de Zhukova. Bendito sean los imprevistos personales, que importaban mucho más que un pinche lazo.

—Ya, lo entiendo —le dije mientras en mi mente se armaba una juerga explosiva.

—Por ende, tu estadía en Stronghold se extiende hasta el día de su regreso —me informa.

—No hay problema.

¡Por supuesto que no lo hay!, replicó la atrevida bailando la Macarena, dándome ideas de qué hacer esa noche.

—Ya puede regresar a sus clases, señorita Jenssen —habló la metiche de Zhukova—. Que se marche en unos cuantos días, no significa que su jornada escolar sea prescindida; debe asistir a cada una sin excepción.

Entorné los ojos ligeramente. A esta tipa no me la quitaba hasta que todo de mí fuera expulsado de esta institución. Ya la veía yo, anhelando que fuese ella misma la que me diera una patada en el culo sólo para mandarme a la China y no verme jamás.

Qué pena que no estuviese en mis planes darle una pequeña lección a esa bruja en lo que me quedaba de estancia en la academia, aunque podía sacar un ratito para hacerle cualquier jugarreta, que bien difícil estaba.

Primero debía hablar con mis amigos, no lo había pensado hasta entonces. Ah, y Layla…sería la primera con quien me sincerara ya que necesitaba arreglar el malentendido con Allison. La ira no me dejó resolverlo a la sazón, pues yo de cabezota era excelente…y vale, también impulsiva.

Me despedí del Decano y de la zarrapastrosa esa y me apuré para alcanzar la segunda clase, o más bien el final de la misma. Apenas me encontrara a solas con Layla debía convencerla para que me escuchara, para que me perdonara por ser una idiota. No me agradaba nada que se molestara conmigo y dejase de hablarme, era un dolor tremendo.

Layla conformaba parte de la lista de personas más importantes para mí, que brevemente estaba compuesta por ella y Joy. Mis dos amigos inseparables, mis mejores amigos, mis compinches, mis compañeros de fechorías… Desde que los conocí se convirtieron en las únicas personas que sí reconocía amar de verdad. Mientras que mi madre jamás estuvo, ellos llenaron su puesto y me hicieron saber que no estaba sola después de todo.

Me negaba rotundamente a estar más horas sin saber que Layla me había perdonado. Una vez arreglara los problemas con ella, si accedía a darme otra oportunidad, iríamos en busca de Joy y nos fugaríamos esa noche a pasarla bien.

Lazo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora