Solté el papel en la cama como si me quemara los dedos. Mis pulmones no colaboraban, seguían sin liberar el aire que llevaba acumulando con cada palabra de la maldita carta, y tenía los nervios a tope, a punto de salirme de mis cabales.
¡¿Qué demonios significa esto?!
Agarré la hoja de nuevo y le eché una última ojeada para asegurarme de que no me había equivocado. La perfecta caligrafía que trazó las sílabas «mi mujer» sólo hizo que la ira reemplazara la confusión.
¿Quién se ha creído este tipo...Christopher Coyle? ¿Cómo que su mujer, joder? Yo no le pertenezco, a nadie le pertenezco. ¿Quién es este pinche idiota y con qué derecho viene a decirme que soy su mujer?
¿Será una broma? ¿Me estarán jugando una maldita broma? No, no lo creo. ¿Por qué alguien respetado, que se conoce como miembro del Concejo, perdería su tiempo restándole una broma estúpida a una dhampir?
Pregunta mejor: ¿Por qué alguien del Concejo me enviaría una carta? ¿Por qué un Triunviro se dirigiría a una dhampir como yo?
¡¿Y quién diablos era Christopher Coyle?!
Ya, tienes que tranquilizarte, Charlie. No pierdas el control, respira hondo y piensa mejor las cosas. Sonaba tan sencillo en mi subconsciente. Sin embargo el desconcierto y el enojo podían conmigo. Estaba a poco de entrar en un estado con nervios a millón, forzada a ir a romper algo; tal vez derribar un edificio, si podía.
Me levanté de golpe y me di cuenta de que habría sido mejor no hacerlo, pues mis piernas empezaron a flaquear. Pero acabé entrando en razón.
¡Por supuesto!
Al final sí me habían marcado, llevaba parte de un jodido Original en mí. ¡Maldición! Tenía que ser. Con eso que puso sobre sus irresponsabilidades; se sentía culpable de haberme mordido y ahora que se dio cuenta de las asquerosas endorfinas suyas que corrían en mi interior decidió hacerse cargo del problema, compensándome con asilo.
¡Hijo de perra!
También dejaba claro que yo era de su posesión. Como el caso de Riley Dalton, como habían estado comentando mis amigos. Si un Original marcaba a un dhampir, éste último pasaba irrevocablemente a ser propiedad del primero.
Arrugué el papel y lo arrojé debajo del de la cama. Me pasé las manos por toda la cara soltando un gritito de exasperación. Quería romper algo, las manos me cosquilleaban con ansias de romper algo, cualquier cosa.
En el último instante me vi caminando directa al baño buscando mi reflejo en el espejo. Acerqué mi rostro y aparté la cortina de pelo que caía en mi hombro y que obstruía la vista a las marcas del cuello.
Me odiaba a mí misma por no recordar lo que ocurrió, por no evitar que algo así sucediera. Odiaba a los Originales por creerse dueños de todo lo que existiese, odiaba a uno en particular que tuvo la estúpida idea de escribirme con un montón de babosadas hipócritas.
Tenía que estar rechiflado para pensar que yo me dejaría hacer. Bueno, no me conocía, quizá y pensara que era una facilona, idiota sumisa. Pues bien, que lo siguiese haciendo, ya vería en su debido momento.
Hasta ahora no había sentido ningún síntoma o algo raro que tuviese que ver con el lazo. No sé si funcionara así, o se tratara más bien de una marca y ya, una especie de enfermedad asintomática.
En fin. Como seguía diciendo, este Christopher Coyle se llevaría una gran sorpresa al descubrir que yo no tenía ni pizca de parecido a sus sirvientes dhampirs, que yo me valía por mí misma y que era más terca que una mula en sus tiempos malos.
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Lazo de Sangre
VampirCharlie Jenssen es una dhampir, nacida y entrenada para luchar contra los strigoi. Su más grande anhelo: convertirse en la mejor Cazadora que existiese. Pero desgraciadamente sus planes se van al chasco cuando, al salir de una fiesta en medio de la...