CAPÍTULO 10

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¿Y ahora qué? Pues a seguir guerreando.

¿Y saben qué?

Así lo hice.

Los días siguientes al encuentro con Coyle en la academia se pusieron, por decirlo así, algo rudos de llevar. A medida que pasaban las semanas el vampiro se aparecía con más frecuencia en mis horas de descanso o cuando estaba por terminar mis jornadas en el gimnasio, lo que ocasionó el peor de los fardos.

Todos me veían, ninguno era la excepción. Me veían con gran descaro cuando pasaba junto a ellos en cualquier parte en la que entrara. Incluso los profesores e instructores me lanzaban unas cuantas miraditas indiscretas que apartaban enseguida al notar que les percibía.

Sabía que esto él lo hacía adrede. Se notaba a leguas sus intenciones de que los demás se enteraran, viniendo aquí a Stronghold sólo para observarme a mí. Y aunque estuve ignorándolo lo más que pude, mis amigos y los estudiantes alrededor no me lo ponían nada fácil avisándome de su presencia con una simple mirada por lo bajo; sin mencionar que el lazo tenso me volvía loca con la maldita vibración constante, como si de rasguear una cuerda de guitarra se tratase.

Uff, y no hablar del Guardián que me seguía furtivamente mientras recorría el campus o los pasillos de la academia... cuando no era Coyle, era él. Los dos fastidiaban tanto como un grano en el culo.

Müller vigilaba mis movimientos y cada vez que lo pillaba me entraban unas ganas arrechas de arrastrarlo por el barro que se formaba en el patio con las nuevas lluvias. Después de esto ya no me parecía tan guapo, su pomposo trasero me daba igual.

No comprendía a qué venía tanta vigilancia repentina. ¿Pensaba Coyle que sería capaz de fugarme de Stronghold antes de que me llevara arrastrada a su casa? Bueno, en ese caso, reconocía su buena percepción hacia mi persona. Sin embargo, había deshecho la idea de escaparme ya pasado un buen rato, puesto que no le daría el gusto de creer que me daba miedo.

¿Y saben qué me enfurecía mucho más?

Que desde que Müller andaba resguardándome el culo, no podía salir de los muros de Stronghold para colarme a las fiestas que organizaban mis conocidos.

Fueron cinco las veces en que me agarró in fraganti escabulléndome con Layla y Joy. Una en el límite del bosque y la segunda luego de sortear los Guardias que custodiaban el lateral izquierdo del edificio, que dicho sea de paso, fui a parar al suelo como tres veces por mi cerrero forcejeo.

— ¡Maldito Coyle! —gritaba siempre que me veía arrastrada por Müller para regresarme a mi habitación.

Tal vez el Guardián ese pensara que no lo veía, pero sí que lo descubrí sonriendo mientras me llevaba con medio cuerpo a su espalda. Quizá le divertía que su trabajo ya no consistiese en perseguir el culo del Original, más bien disfrutaba de la pequeña emoción que le ofrecía con mi lucha.

Punto. Punto. Punto. Punto. La palabrita se articulaba una y otra vez en una secuencia estereotipada y dolorosa para mí.

De pronto sentí como que, o el piso se me acercaba a la cara o mi rostro caía de lleno en la superficie robusta de la colchoneta. Mi cuerpo se deslizó apenas aterricé, que por los pelos no acabé en el suelo duro.

Las botas del Instructor Greinke entraron en mi escaso campo de visión al tiempo que recuperé la capacidad de oír lo que sucedía en la realidad. Dio unos pasos cortos y se detuvo a unos metros de mi rostro.

— ¿Qué pasa, Jenssen? —inquirió acuclillándose para verme mejor a la cara—. ¿Crees que porque tengas un vínculo con un Original, se reducirá mi estricto entrenamiento para ti?

Lazo de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora