XVI. Al fin mía

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Andrej no podía creer que al fin había llegado el día de su boda. La luz del sol se colaba por cada uno de los ventanales del salón del trono en donde no cabía un alma más; nadie que hubiera sido invitado se perdería uno de los eventos más esperados en Telarea.

En las escalinatas que llevaban al estrado, el príncipe heredero esperaba, con una fingida paciencia, la entrada de su más grande ilusión. Detrás de él, sus padres ocupaban los asientos principales; sentado junto a ellos, su mejor amigo,el rey Artheus de Gandoerel.

Las solemnes notas del piano acompañadas de una dulce voz fueron la señal para que todos los presentes llevarán su atención hacia la enorme puerta de nogal. Una figura solitaria cruzó el umbral, avanzó etérea sobre un camino hecho de pétalos de rosas... ¿rojas?

Andrej sacudió la cabeza, los detalles de la decoración no importaban cuando pronto estaría unido a la mujer que amaba. A su paso la gente sonreía atrapada por su encanto, ¿quién no podría adorar a una figura tan grácil y de aura angelical? El vestido blanco le iba bien, parecía resplandecer con luz propia. Sólo le faltaban las alas para poderla considerar un verdadero ángel.

—No... —un murmullo se coló entre la música.

Andrej buscó con la mirada el origen de aquella negación sin éxito. Nadie más pareció darse cuenta de la interrupción. Lira continuaba su marcha, cada vez más cerca de la escalinata que la llevaría hasta la plataforma donde el príncipe la esperaba. Él sintió un nudo en el estómago y el corazón acelerado, unos cuántos pasos más...

De pronto, sintió que algo le cayó en la cabeza, una sensación similar a una gota de agua, ligera y escurridiza. Volteó su mirada al techo, pero sólo se encontró con el dosel. Imposible que el salón del trono tuviera goteras y faltaban meses para la temporada de lluvias. Cuando bajó la cabeza, Lira ya estaba junto a él y le extendía la mano.

—No... —otra vez aquella voz.

—¿Quién...?

Sintió otra gota sobre su rostro. Se pasó la mano enguantada para limpiar lo que fuera: agua. Y luego otra más... y otra... y otra...

—¡No!

Podía ver la tímida sonrisa de Lira a través del velo, sus padres lo miraban inexpresivos, Artheus continuaba sentado, los invitados seguían expectantes.

—¡Andrej! ¡No!

Un grito detuvo la música. Reconocía esa voz, pero jamás la había escuchado aterrada. Andrej tembló, un escalofrío le recorrió el cuerpo antes de que el salón se volviera oscuridad.

 Andrej tembló, un escalofrío le recorrió el cuerpo antes de que el salón se volviera oscuridad

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