1 3: Desconectados.

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[La continuación de este capítulo intentaré subirla hoy también. No me di cuenta de que no actualicé por dos días xd]

. . .

Una vez más, la habitación se marcaba por los ronquidos leves de dos jóvenes dormilones, que abrazados y aún con los rayos del Sol en sus rostros, continuaban como de costumbre aquellas horas de ensueño. Era sábado; mejor día para pasar en la cama todo el rato y ser tratados como reyes, en un ambiente de pereza familiar, no había, aunque claro, Henry Fisher era más fan de los domingos nublados.

Mientras tanto, la mañana se tomaba su tiempo para transcurrir tranquilamente, y las once y media se marcaban en el reloj de la mesita de noche. El sonido de la alarma finalmente interrumpió sus cálidos sueños, y con pereza y entre rezongos, comenzaron a desarmar el abrazo que durante toda la noche los había unido.

─Hijo de puta... ¿de verdad pusiste la alarma un sábado?─ alcanzó a musitar el rubio, entre quejidos y el mal humor que lo caracterizaba.

─Me olvidé, quise configurarla para que no sonara a las siete, y la dejé a las once y media. No sé apagar la alarma, solo sé cambiar la hora─.

─¿Y no era mejor ponerla en un horario en que todos estuviésemos levantados?, no sé, ¿como a las seis y media de la tarde?, genio─.

─Mejor lo hubieras hecho tú, después de todo el reloj es tuyo, haz las cosas por ti mismo aunque sea una vez, necio. No por nada convivimos juntos─.

─Ya, cierra la puta boca y levántate, enano... hay que desayunar─.

─Tengo tantas ganas de un par de tostadas de Lisa─.

─Pues... no te quedará nada si llegas a la sala después que yo─.

─¿Qué estás insinuando?─.

─¿Carrera?─.

─¡Prepárate para perder, rubia!─.

─Vas a comer polvo, enano─.

─No, ¿y sabes por qué?─.

─¿Por qué?─ el rubio sonreía al ver como su compañero se despabilaba rápidamente, con tal de jugarle una carrera hasta la sala.

─¡Porque tengo una jodida mini-banca de Cars!─ el peliazul comenzó a correr, y el rubio intentó pecharlo para que no abriera la puerta ─¡Cuchau!─.

─¡Vení acá, prostipirugolfo!─.

Las risas y los pasos acelerados de ambos, resonaron en todo el apartamento, mientras el aroma de los waffles de Lisa, se impregnaba tal cual las buenas vibras que transmitían los chicos ese día. Sin duda esa sería una de esas bellas y tranquilas mañanas, de las que servían para dejar atrás los días en los que se levantaban con el pie izquierdo.

El señor Fisher sonreía tras escuchar las risas de su hijo, y ver el buen humor de su nuero en su rostro. Mientras tanto, mantenía su conducta tranquila y apaciguable tras beber el café de la mañana, que Lisa le había preparado. En la mesa habían justamente cinco tazas, lo que quería decir que como de costumbre, Larry vendría a desayunar ese Sábado allí, junto a los chicos.

─Parece que hoy están de buen humor─ comentó la mujer castaña, mientras escuchaba a los chicos entrar a la cocina para saludarla; aún respirando con dificultad por la carrera que habían pegado por la casa ─Buenos días, mis amores─.

─Buenos días, mamá─ saludó el peliazul, acercándose a la mujer para dejar un beso en su mejilla derecha.

─Buenos días, Lisa─ habló esta vez el rubio, dejando un beso en la mejilla izquierda de la mujer.

Superfluo -【Sally Face】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora