Emilia, una joven odontóloga, está comprometida con un pintor famoso de la ciudad de México, Daniel Gastón, reconocido por siempre pintar a la misma mujer. Este menciona que no es más que un alter ego de él mismo en femenino, pero Emilia no está con...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
•••
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
•••
El consultorio y su olor Eugenol me traían calma, es un olor potente, el cual ayuda a disminuir la inflamación bucal, pero a veces también la del alma.
—¡Buenos días, bella! —Cantó Diana desde la puerta.
—Emily, feliz lunes, bombón ¿Qué tal el fin de semana? ¡Yo no descansé nada, a Mateito le agarró una tos de perro terrible, me tuvo sin pegar el ojo! Al menos no le dio fiebre o estaría vuelta loca. Ahorita lo dejé con mi mamá, ya le dará un tecito.
—Te hubieses quedado con tu bebé, yo me las hubiera arreglado sola —comenté.
—¡No, no, mija! No me gusta eso, aparte hoy estará duro, no tarda en llegar Carlitos y seguro armará la tercera guerra mundial aquí dentro, pero no me has contestado ¿cómo estás?.
—Excelente —contesté nerviosa. Me metí al baño para ponerme el uniforme, Diana me jaló del brazo.
—A ver mírame —cambió su semblante alegre—. ¡Aaaay, esos ojitos! ¿qué tienes? —expresó al verme. Se cruzó de brazos y comenzó a inspeccionarme.
—Nada ¿por qué debería tener algo? —me repuse.
—Daniel comenzó otro cuadro ¿cierto? ¡Ese hombre! ¡Justo en vísperas de bodas se le ocurre! —Diana refunfuñó.
—Sí —bajé la mirada, pero también sonreí para disimular que el tema me estaba poniendo mal nuevamente. Regresé a ponerme el uniforme.
—¿Que no se da cuenta que te duele? ¡qué cabrón! —profirió.
—Quiero dejar el tema atrás, Diana. Es su trabajo, es feliz como yo soy feliz aquí, deberías de verlo cada que está en su taller, no puedo pedirle que lo abandoné, sería un pecado, es una locura que esto me esté quitando el sueño —dije riendo.
—Pero pudiera pintarte a ti, eres preciosa, cualquiera te querría de modelo en vivo y a todo color, por favor, ¡cuántos pintores se colocan en el centro histórico buscando una modelo, y tú tienes todo! ¡Es un tonto! De ser tú, yo lo hubiera dejado, no me importaría lo que dijeran los demás, mejor sola —espetó.
