Capítulo 23: Daniel

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D A N I E L

02 de diciembre 1967

El primer museo que se abría con mi nombre, no había rincón en el que no estuviese una pancarta con mi foto anunciando la inauguración, no creo que porque sea una eminencia, pero después de que se notificó la desaparición no había noticiero, programa de radio o periódico que no hablara de mí, parece que solo así disparan las carreras artísticas, a base de infortunios. Pero ya no tengo por qué mirar atrás y arrepentirme, las cosas pasaron como tenían qué y ahora veo todo con ojos nuevos, quizás sea el único pintor al que se le da el privilegio de ver esto.

La inauguración era una fiesta de la realeza, donde cada asistente llevaba su mejor traje, su mejor vestido, mujeres que pasaron horas peinándose, expertos de todas partes del mundo con lupas, pluma y papel anotando detalles, criticando, chismorreando, ofreciendo cantidades en secreto por un cuadro, otros queriendo ser socios del sitio para agrandarlo más, aunque ya era lo suficientemente amplio.

Mi apellido se pronunciaba entre discusiones, risas, lágrimas, lamentos y tragos de champagne con bocados de galletas saladas con queso de cabra y especias.

El museo era enorme, paredes de cuatro metros de alto blancas, matificadas para no quitarle el protagonismo a mis obras, luces apuntaban uno a uno mis cuadros, pequeños, grandes, algunos a la mitad, otros en boceto, pero la principal socia quería todo, incluso los cuadros quemados que pudieron restaurarse un poco se exhiben en una sola sala.

Pasaba entre los pasillos una y otra vez, tomaba varias horas recorrer todo, los invitados me felicitaban con ojos bailarines, sonrisas inquietantes, aroma a alcohol y perfume francés. Debería ser el humano más feliz, supongo, cientos de mis compañeros venderían el alma por llegar a este punto.

Miraba cada muro con una mitigante nostalgia.

Había recreado el cuadro principal que no se salvó de los daños y quedó en cenizas, pero ahora al tamaño doble, que, aunque es casi idéntico, nunca será el mismo.

Había quiénes hacían teorías del significado de ellos, por qué en uno la mujer tenía espinos por todo el cuerpo y por qué en otro tenía una sola ala. Otros querían entrelazar historias de uno a uno, pero siempre respondí con la misma historia «soy yo», y no es mentira, nunca lo ha sido, porque ella siempre ha sido mi espejo, una parte que vive en mí y una parte de mí que vivirá en ella.

Las luces del museo eran tenues, hacía más elegante el ambiente. Tuvieron la delicadeza de rociar poésie de minuit en cada área. Mi memoria olfativa, intrépida y perspicaz siempre trae de vuelta su piel con ese perfume, tonto error mío querer ponérselo a otra mujer, creo que debí considerar escribir un libro también con todos los errores que he cometido queriendo sustituirle, esa era la palabra 'sustituir', Miles de veces me callé su nombre para no dejar ver mi delito.

Eres el amor de mi otra vida (✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora