capítulo 5: Espejito... espejito...

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«Recital poético: Daniela Martiné regresa a México»

—Una escritora vendrá a la ciudad ¿eh? —le dije al hombre que había golpeado por descuido.

—Sí, sí, Daniela Martiné, debería ir, es buena, mi mujer me regaló su último libro, je, je, casi lloro, con eso le digo todo y yo que me creía un hombre totalmente insensible, je, je, sí, estará en el teatro de la ciudad, es entrada libre —expresó.

—Nunca he ido a un recital de poesía, debe ser aburridísimo, será como el teatro me imagino —musité.

Miré nuevamente el volante buscando la fecha de presentación, pero me golpeó un calambre en el vientre, y un aire frío me erizó la piel. La fotografía de la escritora era... extraña, su rostro... me parecía muy familiar.

—puedo quedarme con un cartel ¿verdad?

—Adelante, je, je, uno menos que pegar, llévese más si gusta, déselos a sus amigos —doblé el cartel en seis partes y lo guardé en mi bolsillo. Me despedí del hombre el cuál me brindó una bonita sonrisa, le faltaba un incisivo, pero, al fin y al cabo, bonita sonrisa.

Caminé lento, pensamientos comenzaron a bombardearme hablaban al mismo tiempo y no lograba entenderme, mi corazón estaba intranquilo, ver a esa mujer me dejó helada, con una sensación de que algo malo sucedería. Me froté los brazos para hacerme un poco de calor.

«¿Dónde la he visto?»

De la infancia puede ser...  No, es más cercano ¿de la universidad o...?

No... debo estarla confundiendo.

Aceleré mis pasos a la cafetería, dentro estaba calientito, entras y te cubre un manto de calidez, en una esquina se encuentra un molino donde echan el café recién tostado, por lo tanto, ni siquiera necesitas beber para despertar, el simple aroma es más que suficiente. El retortijón del vientre disminuyó. Traté de enfocarme en el menú, pues mi mente ya estaba disparatándose con mil bombas nucleares de palabras, las cuales caían al mismo tiempo y no entendía nada.

—Lucas ¡Qué tal! ¿cómo estás? Siempre es una delicia entrar acá —dije, tratando de gesticular una sonrisa y quitar mi rostro tenebroso.

—Todo bien ahora que comienza a chispear, ya veía a los árboles muy secos.

—También estaba angustiada, ahora ya se siente verano.

—¿Te doy lo mismo? —preguntó sin regresarme a ver, estaba concentrado colocando la espuma de un capuchino. Lucas era tan perfeccionista con su manera de servir, eso me agradaba de venir acá, pues cuando el día había es hastiante, una taza impecablemente servida para mí hacía que me sintiera abrazada.

Eres el amor de mi otra vida (✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora