capítulo 8: Resaca emocional

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—¡EMILY! —Alguien gritaba desde afuera—. ¡EMILY! —lanzaron una piedra a la ventana. Abrí los ojos con dificultad, los sentirá resecos, pero
Volví a cerrarlos.

Después una segunda piedra golpeó el cristal y crujió, marcándose una línea serpenteada por todo su espesor.

Era Diana. Me levanté como pude, aun sintiéndome mareada. Esta era la peor resaca jamás. Me tronaron las rodillas por haber estado en la misma posición tantas horas.

Bajé poco a poco y abrí.

—Per... dón, Diana, es que...

—¡Emily! Rompí la ventana ¡Perdón! ¡Es que no abrías! Ya te la pagaré después, pero —miró mi semblante y curveó las cejas—. Mejor dime qué te pasa ¿por qué estás así? Dirás que cómo enfado, pero no pude ni dormir, y dije que ya no iba a hablar del pelafustán de tu prometido, pero es que me preocupas —No dije ninguna palabra, solo sentí otra lágrima escapar por el rabillo del ojo—. Emily... ¿qué tienes? —Diana me llevó hasta el sillón y me sentó, me tomó de la mano—. ¡Emi! Estás herida de los nudillos ¡No me digas que Daniel te golpeó! —echó otro vistazo a mis piernas y también las encontró con ligeras escoriaciones —negué con la cabeza.

—No, mucho peor que eso, a decir verdad —metí las manos a mis bolsillos.

—¡Vamos con la policía! De inmediato, iré a ponerle una demanda a ese mamarracho ¡cómo se atreve! Mira que creí que era raro, pero esto ¡Esto es inaudito! —Se levantó del asiento profiriendo maldiciones.

—No, Diana, detente, escúchame, lo que hizo ni siquiera está penado por la ley.

—No me asustes... ¿Canceló la boda? ¿Es en serio? ¡Me va a por ese bastardo! —vociferó.

—Ojalá... —musité. Bajé la mirada.

—¡Basta, Emily! Habla.

—Ven... —saqué de mi bolsillo aquel retaso de volante—. Sígueme.

Abrí el cuarto de pinturas de Daniel con dificultad, no porque no abriera la puerta, sino porque sería latiguearme una vez más.

Encendí las luces. El lugar más siniestro de la casa, cientos de ojos enfocándome, algunos tristes, compadeciéndome y otros mofándose.

—Mira, míralas todas, cada una de ellas, obsérvalas —le señalé.

—No estoy entendiendo.

—Hazlo, dales un vistazo a todas, mira los detalles ¿no te recuerda a alguien? —Diana observó cada cuadro con detenimientos, los bocetos en blanco y negro de las libretas, los bastidores más pequeños y amarillentos, así como los más grandes y barnizados.

—Emilia, así que digamos lista no soy ¿a quién se supone que debe recordarme? Pues me recuerdan a tu marido ¿no? Solo que con chichis y cabello largo, eso me dijiste... o... ¡Dios, no! no me digas... ¿Está pasando lo que con Lili Elbe? Yo sentía que sí, esto se me hacía raro, no quería decirte, pero mira...

Eres el amor de mi otra vida (✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora