Emilia, una joven odontóloga, está comprometida con un pintor famoso de la ciudad de México, Daniel Gastón, reconocido por siempre pintar a la misma mujer. Este menciona que no es más que un alter ego de él mismo en femenino, pero Emilia no está con...
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No podemos estar hablando del mismo. Yo no tenía idea del pasado de Danny, sé que tiene poco contacto con sus padres, pero nada más, no sé nada de ese abandono, ni que estuvo en la escuela militar, a decir verdad... creo que no sé nada.
—¿Que no los padres de Daniel estaban en Brownsville? —preguntó Diana.
—Esa es la información que yo manejaba ¡Bah! Debe ser una escena añadida para darle drama a las cosas, porque de ser verdad, no entiendo por qué no me lo contaría —apreté los labios.
—Tienes razón, debe ser solo para la trama —quiso reconfortarme.
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Y ahí estábamos, frente al hotel Gillow el cual gritaba "impagable" por todos lados, con ventanas grandes, bien pulidas, alfombrado e impecable. Hubo un momento de silencio, pues ni ella ni yo cruzábamos la calle, aunque no pasaran los coches.
—¿Crees que salga? —preguntó Diana.
—Ni siquiera sabemos si está ahí, no sé por qué te hice caso —nos sentamos en una banca, viendo entrar y salir a la gente del hotel.
Después de casi cuarenta minutos Diana se levantó.
—Iré por donas ¿quieres? A la vuelta hay un puesto, espolvoreadas en canelita y azúcar glass ¡Oh! Se me hace agua a la boca —se mordió los labios.
—No sé qué esperas para alimentarme, estoy muriéndome, solo veme —me quejé.
Me quedé sentada, aguardando que algo pasara, como quien ve una obra de teatro aburridísima, pero tiene fe en que algo va a salvarla. No creo que esté ahí, de estarlo hubiese algún reportero, fans, cosas por el estilo, pero nada.
Diana regresó con una cajita de donas, dando brinquitos y tirando la azúcar por la acera.
—¿Sabes qué? Iré a preguntar, espérame —dijo con la boca llena, me dio las donas y se sacudió las migajas de la cara.
