Capítulo uno: Espejo

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01 de Agosto de 1965

—¿Otra vez esa mujer, Daniel? —pregunté, mirando su nueva creación. Siempre el mismo rostro pálido y alargado, dulce, pero sombrío. No es un humano feo a la vista, es agradable. Si la hubiese encontrado en un museo la apreciaría unos minutos y quedaría en mi memoria como una buena pintura que vi alguna vez, pero después de verla por años, en la sala, el corredor y el pórtico, me enferma.

Daniel revolvía la pintura roja y rosa, creando un color melocotón, sumergía el pincel y lo llevaba a los labios con pequeños movimientos suaves. Siempre he creído que más que pincelazos, parecen caricias.

—¿Otra vez tendremos esta plática, Emily? Dijiste que ya lo habías entendido —masculló Daniel, soltó su material y regresó a verme con tristeza.

—Lo siento, perdón —moví mi cabeza queriendo regresar en sí de mi mal viaje—. Lo que pasa es que —tragué saliva con dificultad—, llevabas meses sin entrar al taller y creí que cuando lo hicieras, harías... otra cosa —me mordí los labios.

—¿Otra cosa? —frunció el ceño en desconcierto.

—Sí —inhalé profundo—. Respóndeme esto ¿Qué harás cuando tus compradores se aburran? Digo, más de trescientas pinturas y todas son ella en distintas poses. Ya la conocen de mil ángulos y con todas las emociones existentes. Los he escuchado hablar entre dientes en las galerías. Tal vez, solo tal vez otro rostro de vez en cuando no caería mal —esbocé una sonrisa nerviosa.

—Ajá, pues que se aburran, nadie les obliga a asistir si ya saben que verán los mismos ojos en cada obra, sin embargo, casualmente esos mismos asisten a todas las subastas, así son los críticos, Emi, hablan mal de lo que más les ha gustado. Espejo es mi firma, lo que soy yo, no voy a cambiar porque dos panzones entre copas insinúen que debería ser lo que ellos dicen que debo ser —Tomó dos tunos de oleo color chocolate y caoba, seguramente para retocar el cabello.

Eres el amor de mi otra vida (✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora