capítulo veinte: soy suficiente.

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Le sequé el cabello y le desabroché la camisa húmeda, aún habitaba en mí la preocupación de que enfermara

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Le sequé el cabello y le desabroché la camisa húmeda, aún habitaba en mí la preocupación de que enfermara.

Él no hacía otro gesto, solo mirar la pared vacía,
seguro arrepintiéndose de la tontería que acababa de hacer.

—Deberías ir a verle a la clínica —dije, mientras le tallaba el pecho. 

—¿Para qué? Seguro el hombre con el que estaba le hace una buena compañía, no tengo por qué entrometerme —detuve mis manos.

—Hasta donde sé nunca has sido un hombre celoso, y hoy eso pareces... pero descuida, ellos no son nada —asentí—, así que puedes ir a hablar con ella, les hará bien.

—Quiero hablar, pero contigo —me tomó de las manos, mirándome hacia arriba.

—Estamos hablando.

—Emilia, yo te amo.

—¿y a ella también le amas? —enmudeció ante mi pregunta—. Daniel amas la vida que tienes ahora, no me mientas —me senté junto a él—. Amas esto, tu zona segura, tu vida arreglada, una mujer que espera por ti en casa, un estatus respetable, que no digan que eres un solterón amargado, amas tu conformidad, claro, mejor esto que arriesgarte, temes explorar el mundo, temes hablar de tu pasado, ocultas tus inseguridades, ¿por qué? ¿Por qué elegir esta vida de apariencias donde pretendes que tienes la vida perfecta? no digo que no me quieras y no te estoy diciendo que ya no te amo, lo hago y me odio por seguirlo haciendo. No eres malo, sino que, por miedo has dejado ir lo que más quieres, por temor a que los demás se decepcionen de ti ocultas de dónde vienes y lo que sientes, tanto así que prefieres encenderle fuego a las cosas antes de que griten, terrible, Daniel, meter el polvo debajo de la alfombra no significa que la casa esté limpia.

—No sabes mucho, Emily —evadió mi mirada. Se levantó, una directo a su taller.

—Has tratado de convertirme en ella para de alguna forma traerla de regreso, ¿el perfume que me diste? ¿las rosas? ¿los pasos en bicicleta? ¿el vestido de novia que ella usaría? Y solo Dios sabe cuántas cosas más. ¿Sabes qué es lo peor? Que aquí dentro algo me lo decía, por eso pasé años comparándome con ella, discutiendo con mi rostro, con mi cabello, comiendo más y corriendo a la báscula a ver si ya había hecho efecto, y otras tantas descuidándome por estar pensando todo el día qué he hecho mal, porque yo quería que los mismos ojos que ponías en ella los tuvieras para mí —inhalé hondo—. Quiero... quiero quien pueda amar a esta Emilia imperfecta que no sabe tomar un lápiz, pero sí una fresa dental, que no sabe de flores, ni de parecer una dama delante de los demás, pero es igual de maravillosa, no quiero ser la mujer con la que alguien se conforme porque tengo millones hermosas, cosas que no pudiste ver, porque, aunque estaba tu cuerpo aquí, tu corazón, tu mente siempre estuvo con ella.

Eres el amor de mi otra vida (✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora