capítulo 21: un año después...

8.9K 797 292
                                    

•••

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

•••

01 de octubre 1966

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

01 de octubre 1966

Después de un año todo lo veo tan distinto, ya sé que es la misma ciudad en la que viví por años, pero mis ojos hoy son otros.

Parece que fue ayer cuando abordé ese avión a quién sabe dónde, tomé el vuelo más próximo que había, total, no llevaba nada y nadie me esperaba en ningún lado. Llegué a Quinta Roo, tengo imágenes borrosas porque me mantuve llorando todo el vuelo, la azafata muy amable me preguntó tres veces si no necesitaba alguna pastilla para el dolor, pero no había analgésicos en el mundo que me ayudaran en ese momento, pobre de mi compañero de asiento, veía de reojo como lo despertaba con mis chillidos. Ojalá hubiese disfrutado más el viaje, era la primera vez que me subía a un avión y ni siquiera me importó ver la ventana, solo deseaba que se cayera y acabara con todo lo que conozco de una maldita vez. Pero qué bueno que no pasó, descubrí que siempre sí me gusta vivir.

Llegar a Chetumal, la capital fue entrar a un portal de otra dimensión, allí el verano es eterno, los arbolitos de navidad con escarcha artificial
me parecen una payasada cuando el termómetro dice que estamos a cuarenta grados. Al principio pensé que sólo los locos buscan vivir en costas, porque el calor es inhumano, me la pasaba con un atomizador regándome como plantita dos veces por hora, pero después le tomé mucho gusto al calor, tanto que ahora, a plenos 19° me siento en Alaska y como extraño mi playita chula.

No supe qué hacer, solo tomé un periódico, busqué cuartos en renta y el que mejor me acomodó fue un edificio donde solo admitían señoritas, era barato, y tenía todo lo necesario cerca, tienditas, paradas de camiones, un consultorio médico y un parque. No era como la casa a la que estaba acostumbrada, pero no tardé en ambientarme, busqué trabajo, toqué mil puertas y para mi suerte encontré un consultorio dental donde necesitaban ayuda, la paga era malísima, bueno, para las mujeres siempre la paga es pésima, pero con el paso de las semanas conseguí que el doctor admitiera mi potencial y me subiera el sueldo. Lo bueno de todo es que llevaba varios ahorros en la bolsa, Daniel siempre se había hecho cargo de toda la casa, por lo tanto, lo que yo obtuve de mis consultas estaba intacto. No fue fácil enseñarme a administrar, pero tampoco tan imposible como lo pintaba mamá.

Eres el amor de mi otra vida (✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora