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—Emily ¿Estás bien? —Diana intentó jalarme de un brazo.
—No, no quiero hablar —me zafé con fuerza.
—¿Qué sucede? Por favor, explícame.
—No puedo —aceleré el paso con brusquedad, choqué con todos sin pedir disculpas. Solo escuchaba murmuraciones y todos tenían los ojos sobre nosotras.
Corrí por toda la calle sin ir a ninguna parte, Diana seguía gritándome que me detuviera, pero la dejé atrás, me quité los zapatos y seguí corriendo sin fijarme por dónde iba, me dolía el pecho de una forma indescriptible, quería arrancármelo con las uñas, triturarlo y comerlo, que dejara de lastimarme.
El aire frío hacía que sintiera a mis lágrimas hacerse escarcha en mi rostro. No sé cuántos kilómetros recorrí descalza, tres, seis, ocho, no sé, pero mis pulmones me obligaron a parar. Me sostuve de un poste, inhalaba hondo, sentía que por la boca se me saldrían los intestinos.
Alcé el rostro y ahí estaba otra vez, una foto de ella. Lo arranqué y lo hice pedazos. Espejo ya no solo estaba en mi casa, ahora estaba en todos lados.
Daniel ¿Por qué me mentiste? ¿Quién carajo es ella? Todos estos años viéndolo una y otra vez terminar un jodido cuadro, encerrarse por meses, escuchar sus berrinches al rehusarse a venderlos con un sinfín de excusas, es que ahora entiendo, soy una imbecil. ¡No! ¡Yo no! ¡Yo siempre lo supe! En mi sala tuve a una de sus amantes todo el tiempo. Era obvio, así ton los pintores, dime dijo mi madre, él no sería hombre de una sola, su vida de escaparates, admiración, aplausos y ovación, él no se detendría a amarme, porque no soy una modelo, no soy una escultura, no hay nada en mí que sea especial.
Miré hacia abajo, estaba parada en un charco donde se pudo reflejar mi rostro. Me agaché, mi maquillaje estaba corrido, tenía la cara echa un desastre, debería odiarlo a él, pero me odio a mí. No soy ella, no tengo nada especial, no soy nada.
Me puse en pie, ya era de noche, las calles estaban solitarias y oscuras, caminé con dificultad hasta donde había un poco de luz, los pies ya comenzaban a punzar.
Tomé un taxi, me quité la vergüenza y me quebré en llanto en el asiento trasero. Creo que tenía derecho. La mentira duele, las veces que le pregunté y cínicamente me decía que no tenía de qué preocuparme, que no era nada, no era nadie, no había ningún significado importante, nada que indagar, porque nunca podría tener ojos para nadie que no fuera yo. Idiota, ¡Me dio el maldito perfume que ella usaba! ¿Con qué clase de descarado he dormido todo este tiempo? Ese maldito cuento de "no te tocaré hasta el matrimonio".
Tomé el libro entre mis manos, Corazón de acuarela. Me debatía entre si leer o no, tirarlo por la ventana, no indagar, no pedir ni dar explicaciones ¿qué explicación hay ante una mentira? ¿qué puede aminorarla?
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Eres el amor de mi otra vida (✔️)
Teen FictionEmilia, una joven odontóloga, está comprometida con un pintor famoso de la ciudad de México, Daniel Gastón, reconocido por siempre pintar a la misma mujer. Este menciona que no es más que un alter ego de él mismo en femenino, pero Emilia no está con...