Lauren/Tiempos de desesperación II

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Parte Dos.

Ante la desesperación, los seres humanos se vuelven animales.

Dan Brown

Estoy vagando, sin rumbo, en un camino insensato, tanto así más como mis pensamientos. Están viniendo, repito la última frase que mi padre alcanzó a decirme antes de desaparecer, esfumarse de la nada.

¿Quiénes son aquellos de los que mi alma debiera empequeñecerse y mis ojos cerrarse, pasivamente, ante su inminente resolución?

Sé que esta realidad, estas ruinas por donde mis pies pisan fuerte, no existen: es parte de mi imaginación.

Me están llamando, aquellos seres reales que me quieren devolver al presente, mas no quiero retornar porque jamás podría ignorar la advertencia de mi padre.

Pero lo hago.

Lo primero que vi al abrir los ojos fue que tanto mi Madre como Camila estaban sobre mí. Sus rostros deformados por las súplicas y los gritos, se me antojaban monstruosos.

Mi mano se posó en mi corazón y sintió cómo los latidos crecían con el correr de los segundos. No sabía qué me aterraba más: Si esta realidad o la de mi pesadilla.

- Pa…pá –Llegué a balbucear. Madre me abrazó fuertemente y comenzó a llorar.

- Shh, no tienes que preocuparte –Respondió sin estar convencida, el timbre de su voz temblaba.

Luego de un rato silencioso, la gente comenzó a dispersarse dejándome a solas con Camila y mi madre. La miré con los ojos salpicados en lágrimas y el mentón flojo.

- Vi a Padre –Dije en un suspiro, apretando los párpados para intentar traer a mí su imagen viva y latente, su sonrisa, su beso. Madre negó con la cabeza, también podía ver sus lágrimas.

- Sabes que no está por ahora.

- Lo sé… pero lo vi en mi sueño –Insistí algo molesta. Por algún motivo, aquel sueño parecía tan real que de solo recordarlo sentía escalofríos recorriéndome la espalda.

- Es un sueño, hija, ya los has tenido –Con la mano libre, me recogió unos mechones húmedos de pelo y los puso tras mi oreja, intentando sonreír. Miré de manera suplicante a Camila quien se mordió el labio. Deseaba correr hacia ella para poder sentir su calor, su perfume, su tranquilidad. Solo así podría volver a recuperar la calma.

Madre carraspeó al notar mi mirada perdida en la morena y dijo que nos dejaría un rato a solas por si me apetecía conversar. Le agradecí con un movimiento de cabeza y en cuanto ella cerró la puerta, estiré los brazos para recibir a Camila.

- ¡Dios mío! Me has dado un terrible susto –Suspiró en mi oído.

- Lo siento –Respondí con la respiración entrecortada, temiendo decir lo que realmente estaba pensando. Se separó de mí solo unos centímetros para observarme mejor, mientras acariciaba mi rostro y solo pensé que el contacto de nuestros labios, aquel sello mudo y ardiente, pondría fin al dolor puntiagudo que ardía en mis pulmones.

Me abalancé sobre sus labios carnosos sin volver a preguntármelo y al principio, la recepción de Camila fue dudosa pero con el transcurso de los segundos, la temperatura nuestra aumentaba; la pasión se colaba por entre el poco aire que entraba cuando nos separábamos para respirar y volver a atacar con mayor agresividad.

La di vuelta tumbándola contra la cama y besé su cuello, siguiendo la línea de la vena que latía fuertemente; ella estiró el cuello, gimiendo y colocó su mano en mi espalda, bajando lentamente hacia mi cintura.

Un amor en tiempos de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora