Capítulo 8/ Lauren: Los años del silencio
Cuando la necesidad nos
arranca palabras sinceras,
cae la máscara y
aparece el hombre.
Lucrecio¿Cómo pudieron pasar dos años sin apenas ser vistos? Se deslizaron como una sombra, abarcando todo mi mundo y el que me rodeaba. Sólo entendí que no había retorno, las cosas que nos pasaron no fueron inventadas por algunos eruditos aburridos de sus tareas cotidianas.
Mi historia era la historia, y a medida que transcurría yo me iba sumergiendo más aún en ella.
Quedaron pocos resabios de la Lauren divertida con la que salía y se juntaba con los amigos de Sophie.
La última vez que me reuní, Thomas nos comunicó que se iría al frente de la Fuerza Expedicionaria Británica como así su padre también. Fue una triste despedida; con el pasar del tiempo aprendí a aceptar los malos hábitos de Thomas, o como cuando parecía apagado y de repente nos contaba alguna anécdota divertida y nos hacía reír.
Aquel día ninguno de nosotros sabíamos lo que estábamos a punto de oír. Thomas nos había invitado a su cobertizo, recibiéndonos con bebidas y tanta comida como no vi en toda mi entera vida. Vestía su nuevo traje. Extendió los brazos con una enorme sonrisa y nos dio la bienvenida.
Miré a Sophie confundida y ella cogió mi mano, asintiendo. Nos sentamos en los sillones sin poder pronunciar una sola palabra, de modo que él inició nuestros encuentros semanales.
Nos sirvió en copas lo que parecía ser un champagne traído de Francia; me costó imaginarme cómo lo consiguió debido a las circunstancias pero todos nos vimos obligados a brindar; Thomas parecía extasiado y exaltado al mismo tiempo.
Caminaba de un rincón al otro, acomodándose la gorra, murmurando incoherencias hasta que se dio la vuelta con una amplia sonrisa en el frente y comenzó su discurso.
- Mis queridos amigos. Hemos pasado mucho tiempo juntos los últimos dos años, ¿Verdad? –Nos miramos confundidos y asentimos, aún en silencio, esperando que todo aquello fuera otra de sus bromas pesadas-. Amigos, sí –Repitió más para sí mismo, con la mirada perdida. Tardó unos segundos en componerse. Carraspeó y continuó-. Bueno, bueno, ¿Por qué esas caras largas? –Río sentándose frente a nosotros y dándole una palmadita en el hombro a Dylan. Éste intentó sonreír.
- Bueno, es que todo esto… nos toma por sorpresa –Dijo y nos miró para que aprobásemos lo que todos teníamos en mente; asentimos mudos-. Amigo, ¿Qué es ese traje? –Rió pero la severa mirada de Thomas lo hizo detener.
- Como decía, mis queridos amigos, compañeros de diversión y correspondientes de las últimas noticias, quiero hacer un brindis. Por eso las copas –Las señaló con el índice mientras ya bebía de la suya, sin poder abstenerse. Sabíamos que su única debilidad, aparte de Sophie, era la bebida.
- Y ¿Por qué brindamos? –Me atreví a romper el incómodo silencio, frunciendo el ceño-. Es decir, no veo muchas buenas noticias para celebrar.
- Querida, todo lo que está pasando, lo que ven, lo que sienten… ¡Cambiará! –Alzó los brazos como en señal de victoria, sonriéndonos. Sophie se paró sin poder evitar seguir fingiendo aquella pantomima.
- Entonces ¿Sugieras hacer una fiesta de disfraces? –Su tono de voz fue demasiado rudo; sentí que quería insinuar otra cosa solo que al momento no lo capté. Negó con la cabeza, caminando por el pequeño espacio. Thomas se levantó algo irritado y la atrajo en sus brazos.