xii. todo por un retrato

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Miriam estaba feliz, y se sentía culpable, muy culpable, por ello

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Miriam estaba feliz, y se sentía culpable, muy culpable, por ello. Su amiga, su mejor amiga, llegaría en cualquier momento de su selección y la emocionaba. Por otro lado, Amelia estaba pasando por un momento durísimo y ella se sentía culpable porque no la entendía y no podría sentir lo mismo que ella... Y eso derivaba en pena, y para ella la pena es horrible, ya es bastante estar mal para que los demás te miren desde lo lejos porque no saben reaccionar y no te entiendan.

También estaba en ese momento yendo para la sala común de Gryffindor, por la simple razón de que le faltaba un regalo importante por entregar. La persona que buscaba estaba sentada en el sofá, en frente de la chimenea con una libreta.

―¡Thomas! ―el mencionado dejó a un lado su libreta y se levantó para saludar a la francesa― Hola, ¿qué tal las vacaciones?

―Hola ―saludó devolviéndole la sonrisa― muy bien, ¿y las tuyas?

Très bien, pero te he estado buscando desde que he llegado. Porque, como sabrás soy la persona más despistada de este mundo... Lo siento, no te di mi regalo antes de irme ni tampoco te pedí referencias para enviártelo.

―No tení-

―Claro que tenía porque, eres un gran amigo, es lo menos que puedo hacer ―como cada vez que Miriam decía esa palabra, esa maldita palabra que decía la verdad y su única realidad, la sonrisa de Dean disminuyó y como cada vez que eso pasaba Miriam no notó nada― Toma, ―le tendió un regalo rectangular con un papel azul ―ábrelo.

Lo abrió de pie, con emoción, viendo el retrato de un chico moreno con el pelo oscuro y rizado y una sonrisa que parecía irrompible y el chico miraba hacia un lugar que no se veía, pero se notaba que le encantaba.

―Miriam... Esto es increíble... Mi regalo al lado del tuyo... No se va a comparar, gracias ―el choco la abrazo delicadamente, como si fuera una muñeca de porcelana.

―¿Un regalo? No digas eso, puedo jurar ante el Ministerio que me va a encantar ―la emoción se empezó a notar en la voz de la chica.

―Voy a por el... espera aquí.

Cuando Dean desapareció de la vista de Miriam una mano se posó sobre su hombro.

―Hola, ―esa era una voz que aspiraba de todo a Miriam, menos confianza― ¿disfrutando de tus últimos momentos con Dean? ¿O buscas algún método para darle pena por estar castigada, aunque te lo merezcas?

―Lavender, ―la sonrisa de Miriam se convirtió en una mueca― ¿qué tal las vacaciones? Espero que bien. Y si no te importa, antes de que me interrumpas, me gustaría dejar unas cosas claras. Nos caemos mal, ¿sí? No se porqué te caigo mal yo, tú me caes mal por tu comportamiento hacia mi, no sé que he hecho; pero no es eso, me parece de lo más natural que dos personas no se lleven bien. Yo no busco hacer nada a nadie, ¿vale? Pero que sepas ―se acercó peligrosamente a ella― que si me vuelves a hacer algo te vas a arrepentir.

𝐒𝐎𝐌𝐎𝐒 𝐀𝐑𝐓𝐄, dean thomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora