xvii. terror profético

161 41 212
                                    

Levantarse y que el mismísimo Harry Potter te pida ayuda para salvar a su padrino no le parecía muy raro a Miriam, así que ella hizo lo posible por distraer a Umbridge, aunque todos sus esfuerzos fuesen en vano

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Levantarse y que el mismísimo Harry Potter te pida ayuda para salvar a su padrino no le parecía muy raro a Miriam, así que ella hizo lo posible por distraer a Umbridge, aunque todos sus esfuerzos fuesen en vano.

Por ello estaban todos con Umbridge, quien los tenía encerrados en su despacho con la Brigada Inquisitorial sujetándolos a la fuerza.

―Nos volvemos a ver ―observó el chico que la tenía sujetada―, me parece que no nos presentaron bien... Soy Zabini, Blaise Zabini.

―¿De acuerdo? ―contestó Miriam, indiferente.

Después de eso en la sala hubo un silencio incómodo, que se rompió a los tres minutos de haber comenzado.

―Muy bien, Potter ―comentó Umbridge cuando entró por la puerta― Has colocado vigilantes alrededor de mi despacho y has enviado a este payaso ―señaló a Ron, y Malfoy se rio sonoramente del comentario― para que me dijera que el poltergeist estaba provocando caos en el departamento de transformaciones cuando yo sabía perfectamente estaba manchando de tinta las miras de todos los telescopios del colegio, porque el señor Filch acababa informarme de ello. Es evidente que te interesaba mucho hablar con alguien. ¿Con quién? ¿Con Albus Dumbledore? ¿Con ese asqueroso híbrido, Hagrid? No creo que se tratara de la profesora McGonagall porque tengo entendido que todavía está demasiado enferma para hablar con nadie.

Malfoy y otros miembros de la Brigada Inquisitorial, incluido Zabini, rieron al oír aquel comentario. Miriam estaba a punto de pisar el pie de Zabini, pero se contuvo.

―No es asunto suyo. Yo puedo hablar con quién me dé la gana ―gruñó Harry.

―Muy bien ―continúo hoy con su dulce voz, más falsa y peligrosa que nunca―. Muy bien, señor Potter... le he ofrecido la opción de contármelo voluntariamente y la ha rechazado. No tengo otra alternativa que obligarlo. Draco, ve a buscar al profesor Snape.

Malfoy se guardó la varita de Harley en el bolsillo de la túnica y salió del despacho con una sonrisa en los labios. Tardó unos cinco minutos en volver con el profesor.

―¿Quería verme, directora? ―preguntó éste, y miro a las parejas de forcejeo antes alumnos con un gesto de absoluta indiferencia.

―¡Ah, profesor Snape! ―exclamó la profesora Umbridge sonriendo de oreja a oreja y poniéndose de pie―. Sí, necesito otra botella de Veritaserum. Cuanto antes, por favor.

―Le di la última botella que tenía para interrogar a Potter ―contestó Snape de manera fría observándola a través de sus grasientas cortinas de pelo negro―. No la gastaría toda, ¿verdad? Ya le indiqué que bastaba con tres gotas.

―Supongo que podría preparar más, ¿no? ―dijo ruborizándose y su voz se volvió aún más infantil y dulce, cómo ocurría siempre que se ponía furiosa.

―No, es un proceso realmente largo y no lo tendría hasta dentro de tres meses, así que si no me necesita para nada más... Me retiro, directora ―remató su frase cínicamente.

𝐒𝐎𝐌𝐎𝐒 𝐀𝐑𝐓𝐄, dean thomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora