xiii. múltiples corazones

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Hogwarts despierta el entusiasmo de Miriam, fascinada por la diversidad de personas y estilos en la escuela

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Hogwarts despierta el entusiasmo de Miriam, fascinada por la diversidad de personas y estilos en la escuela. Sin embargo, la presencia de Dolores Umbridge y su influencia en el club de arte preocupan a Miriam, quien desea defender sus ideales.

En la biblioteca, Dean intenta animar a Miriam, quien se siente afectada por Umbridge. Aunque no quería meterse en problemas, su deseo de luchar por lo que cree le frustra. Dean ofrece ayudarla con los deberes de Defensa Contra las Artes Oscuras, pero Miriam se siente culpable por parecer aprovecharse. Finalmente, accede a la ayuda de Dean.

―Dean, no puedo, me carcome el alma hacer esto. Me quita la felicidad de vivir ―confesó agotada la francesa.

―Te entiendo, pero por ahora solo tenemos que hacer dos ejercicios de Defensa Contra las Artes Oscuras, lo terminamos rápido y nos vamos a la Sala Común, Annette habrá terminado de hacer sus estudios para saber que está al día con el curso. O podemos ir a dibujar a alguna parte, pero es rápido, venga Da Costa... ―a Dean se le notaba que, hacia un esfuerzo por la chica, la notaba apagada. Odiaba verla así.

―Hacer los deberes no es el problema ―se escuchó distorsionado, porque tenía la frente apoyada en la mesa―, es Umbridge y todo lo que tenga que ver con ella me está quitando la vitalidad. Pero no puedo no hacer los deberes porque el club de arte está en punto de mira porque ninguno le cae bien a Umbridge y se plantea cerrarlo. Y no ayuda que esté castigada junto con Lavender y Parvati.

Dean se cambió de lugar, se puso a su lado de ella y la acarició la espalda tranquilizando a la contraria.

―A ver, querida francesita. Si te apetece, solo si te apetece, puedo dejarte los ejercidos cuando termine ―ofreció de manera comprensiva.

―No... no puedo dejarte hacer eso, sería ser una aprovechada. Ya me pongo... ―levantó la cabeza, su cara no portaba su común sonrisa ni tampoco un ápice de maquillaje como solía pasar. Unas pequeñas ojeras marcaban su rostro. Aunque todavía le quedaba ese brillo peculiar que le adornaba los ojos, no había perdido su vitalidad del todo, no todavía.

―Tú me ayudaste con los resúmenes, déjame agradecértelo ―Miriam gruñó―. Venga, Da Costa...

―Pero yo no quiero parecer una interesada, Thomas...

―Pues te los voy a dejar, y si te quejas, te quedas sin tú retrato ―amenazó amistosamente.

Miriam levantó la cabeza, su frente estaba roja. Y bufó.

―Pero te deberé una ―dijo volviendo a apoyar bruscamente su cabeza a la mesa.

―Venga trato.

Se escucharon unos pasos dirigirse hacia ellos, estaban al final de la biblioteca y ahí solo se iba si querías estudiar sin que nadie te molestase porque había poca gente o... Bueno cosas prohibidas por la escuela.

―¡Miriam! ―gritó demasiado alto una voz femenina, pero realmente melodiosa― Quedamos en que estarías en la sala común después de mis clases con McGonagall. A demás, en hora y media tienes que irte al castigo que te puso. ¿Qué castigo fue al final?

𝐒𝐎𝐌𝐎𝐒 𝐀𝐑𝐓𝐄, dean thomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora