Alejandro alzó una ceja ante la cruda e inesperada analogía. Pero más que las palabras, lo que le sorprendió fue el tono amargo de su voz, debieron utilizarla en el pasado. No era de extrañar que se asustase de él.
Una imagen de Tiana le pasó por la mente y sintió una punzada de dolor en el pecho, tan feroz que tuvo que recurrir a su firme entrenamiento militar para no tambalear.
Tenía muchos pecados que expiar. Algunos habían sido tan grandes que dos mil años de cautiverio no eran más que el principio de su condena.
No es que fuera un bastardo de nacimiento; es que, tras una vida brutal, plagada de desesperación y traiciones, había acabado convirtiéndose en uno.
Cerró los ojos y se obligó a alejar esos pensamientos. Eso era, mejor dicho, historia antigua y esto era el presente, Lucía era el presente y estaba ahí por ella.
Ahora había entendido las palabras de Mariana cuando lo convocaron. Para mostrarle a Lucía que el sexo podía ser divertido.
Nunca antes se había encontrado en una situacion semejante.
Mientras la observaba, sus labios dibujaron una lenta sonrisa. Ésta sería la primera vez que él tendría que perseguir a alguien para que lo aceptara, nadie había rechazado su cuerpo.
Con la inteligencia y la testarudez de Lucía, sabía que llevarla a la cama sería un reto comparable al de tener una emboscada al ejército Romano.
Sí, iba a saborear cada momento.
Cada centímetro de su cuerpo.
Lucía tragó saliva ante la primera sonrisa genuina de Alejandro. La sonrisa suavizaba su expresión.
¿Qué demonios estaba pensando para sonreír así?
Por enésima vez, sintió que le subían los colores al pensar su crudo discurso, no lo había hecho a propósito; en realidad no le gustaba desnudar sus sentimientos ante nadie, especialmente ante un desconocido.
Pero había algo fascinante en ese hombre. Algo que ella percibia de firma perturbadora.
Quizás fuese el disimulado dolor que reflejaban de vez en cuando aquellos celestiales ojos verdes, cuando lo pillaba con la guardia baja. O tal vez fuesen sus años como psicóloga, que le impedían tener una alma atormentada en su casa y no prestarle ayuda.
No lo sabía.
El reloj del recibidor de la escalera, dio la una.
— ¡Dios mío!—dijo asombrada por la hora—Tengo que levantarme a las seis de la mañana.
— ¿Te vas a la cama? ¿A dormir?
Si el humor de Alejandro no hubiese sido tan huraño, el espanto que mostró su rostro habría hecho reír a Lucía de buena gana.
— Tengo que irme—él frunció el ceño ¿dolorido?—¿Te ocurre algo?—preguntó Lucía.
Alejandro negó con la cabeza.
— Bueno, entonces voy a enseñarte el sitio donde vas a dormir y...
— No tengo sueño
A Lucía le sobresaltaron sus palabras
— ¿Qué?
Alejandro la miró, incapaz de encontrar las palabras exactas para describirle lo que sentía.
Llevaba atrapado tanto tiempo en el libro que lo único que quería hacer era correr o saltar.
Hacer algo para celebrar su repentina libertad de movimientos.
No quería irse a la cama. La idea de permanecer tumbado en la oscuridad un minuto más...
Se esforzó por volver a respirar.
— He estado descansando más de 100 años—explicó—No estoy muy seguro de los años que han transcurrido, pero por lo que veo, han debido ser unos cuantos.
— Estamos en el 2023—le informó Lucía—has estado durmiendo durante ciento veintinueve años.
Él le había dicho que podía escuchar cualquier conversación que tuviera lugar cerca del libro; lo que significaba que había permanecido despierto durante su encierro, aislado. Ella era la primera persona con la que habia hablado o estado cerca después de cien años.
Se le hizo un nudo en el estómago al pensar en lo que debía haber soportado. Aunque la prisión de su timidez nunca había sido tan tangible para ella, sabía lo que era escuchar a la gente y no ser parte de ellos, permanecer como una simple espectadora.
— Me gustaría poder quedarme despierta—dijo reprimiendo un bostezo—De verdad si no duermo lo suficiente mi cerebro se convierte en gelatina y me quedo sin batería.
— Te entiendo, al menos entiendo lo esencial, aunque no sé que es la gelatina ni la batería.
Lucía todavía percibía su desilusión.
— Puedes ver televisión.
— ¿Televisión?
Cogió el plato vacío y lo lavó antes de regresar con Alejandro a la sala de estar. Encendió el televisor y le enseñó a cambiar los canales con el control remoto.
— Increíble—susurró él mientras apretaba un botón por primera vez.
— Si, es algo muy útil.
Eso lo mantendría ocupado. Después de todo, los hombres solo necesitaban tres cosas para ser felices: sexo, comida y un control remoto. Dos de tres deberían mantenerlo satisfecho un rato.
— Bueno—dijo mientras se dirigía a las escaleras—Buenas noches.
Al pasar por su lado, Alejandro le tocó el brazo. Y, aunque su roce fue muy ligero, Lucía sintió una descarga eléctrica. Con el rostro inexpresivo, sus ojos dejaban ver todas las emociones que lo invadían. Lucía percibió su sufrimiento y su necesidad, pero sobre todo, captó su soledad. No quería quedarse solo.
Humedeciendo sus labios, dijo algo increíble.
— Tengo otro televisor en mi habitación, ¿Por qué no ves ahí lo que quieras mientras yo duermo?
Alejandro le dedicó una sonrisa timida. Fue tras ella mientras subían las escaleras, totalmente sorprendido de que lo haya comprendido sin palabras. Se había dado cuenta de su necesidad de compañía, sin preocuparse de sus propios temores. Eso le hizo sentir algo
extraño hacia ella. Una rara sensación en el estómago...¿Ternura?, no estaba seguro.
Lucía lo llevó hacía una enorme habitación con una cama enorme junto a la pared opuesta a la entrada. Enfrente de la cama había una cómoda y sobre ella una... ¿Cómo la había llamado Lucía? ¿Televisión?
Lucía miró como Alejandro se paseaba por toda la habitación, mirando las fotografías que había en las paredes y sobre los muebles, fotografías de sus padres y de sus abuelos, de Mariana y de ella en la universidad, también había una foto de ella cuando era pequeña y una del perro que tuvo hace algunos años.
— ¿Vives sola?—le preguntó..........................................................
Créditos a su maravillosa autora.
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𝑫𝒊𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒔𝒆𝒙𝒐 - Lucialex (Adaptación)
FanfictionESTA NO ES MI HISTORIA, ES UNA ADAPTACIÓN CRÉDITOS A SU MARAVILLOSA AUTORA Sostén el libro sobre el pecho y menciona su nombre tres veces a la medianoche, bajo la luz de la luna llena. Él vendrá a ti y hasta la siguiente luna, su cuerpo estará a tu...