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— Bueno, Príapo aún está un poco sensible con respecto al tema. Parece que lo ve como el último de tus insultos.

— ¡Ah, ya entiendo!—gruñó Alex— El hermano mayor está enfadado conmigo por haberme atrevido a tomar a una de sus vírgenes consagradas, ¿Es que esperaba que me sentara tan tranquilo y dejara que él matara a mi familia a su antojo?—la ira que destilaba su voz hizo que a Lucía se le erizara el cuerpo—¿Te molestaste en preguntarle a Príapo por qué fue tras ellos?

Cupido se pasó una mano por los ojos y dejó escapar un suspiro entrecortado.

— Claro, ¿Recuerdas que perseguiste a Livio y lo derrotaste en Conjara? Pues él pidió que se vengara su muerte, justo antes de que le cortaras la cabeza.

— Estábamos en guerra.

— Ya sabes lo mucho que siempre te ha odiado Príapo. Estaba buscando una excusa para poder lanzarse sobre ti sin temor a sufrir represalias; y se la diste tú mismo.

Lucía observó a Alex, cuyo rostro era una máscara inexpresiva.

— ¿Le has dicho a Príapo que quiero verlo?—le preguntó.

— ¿Estás loco?. ¡Maldición!. Claro que no.
Mencioné tu nombre y estuvo a punto de estallar de furia. Dijo que podías pudrirte en el Tártaro durante toda la eternidad. Créeme, no te gustaría estar cerca de él.

— ¡Ja! ¡Me encantaría!

Cupido asintió.

— Vale, pero si lo matas, tendrás que vértelas con Zeus, Tesífone y Némesis.

— ¿Y crees que me asustan?

— Ya sé que no, pero no quiero verte morir de ese modo. Y si no fueses tan terco como una mula, al menos durante tres segundos, tú mismo te darías cuenta. ¡Venga ya! ¿De verdad quieres desencadenar la ira del gran jefe?

Por la expresión de Alex, Lucía hubiera dicho que le daba exactamente igual.

— Pero—continuó Cupido—Mamá señaló que existe un modo de acabar con la maldición.

Lucía contuvo la respiración mientras la esperanza revoloteaba en los ojos de Alex. Ambos esperaron a que Cupido se explicara. En lugar de seguir, él se dedicó a observar el interior del sombrío local.

— ¿Crees que esta gente se come esta mier... ?.

Alex chasqueó los dedos delante de los ojos de su hermano.

— ¿Qué hago para romper la maldición?

Cupido se arrellanó en el asiento.

— Ya sabes que todo en el universo es cíclico. Todo lo que comienza tiene un final. Puesto que donde se originó la maldición puede tener la salvación, debes ser convocado por otra persona dedicada a Macedonia. Ya sea ella misma, sus padres o sus abuelos Alguien que también necesite algo de ti. Debes hacer un sacrificio por esa persona y...—entonces, estalló en carcajadas.

Hasta que Alex se estiró por encima de la mesa y le agarró por la camiseta.

— ¿Y... ?

Él le dio un empellón para que le soltara y adoptó una actitud seria.

— Bueno...—continuó mirando a Lucía y a Mariana—¿Nos disculpan un momento?

— Soy  sexóloga—le dijo Lucía—Nada de lo que digas podrá sorprenderme.

— Y yo no pienso levantarme de esta mesa hasta que escuche los jugosos cotilleos—confesó Mariana.

— De acuerdo entonces—convino Cupido, mientras miraba de nuevo a Alex—Cuando la persona mortal consagrada a Macedonia te invoque, no podrás meter tu cucharita en su jarrita de mermelada hasta el último día. Será entonces cuando deben unirse carnalmente antes de la medianoche, y te encargarás de no separar sus cuerpos hasta el amanecer. Si sales de esa persona en cualquier momento, por cualquier motivo, regresarás de inmediato al libro y la maldición seguirá vigente.

𝑫𝒊𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒔𝒆𝒙𝒐 - Lucialex (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora