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La castaña dejó la hamburguesa en el plato y se limpió la boca con la servilleta. En realidad, no le gustaba mucho la idea de que Alex usase su cuerpo para obtener la libertad. Sería una relación de una sola noche, sin compromisos ni promesas. Alex se iría en cuanto acabase con ella. No tenía ninguna duda al respecto.
             
¿Por qué iba a querer quedarse junto a Lucía un hombre como él, que bien podía tener a cualquier mujer de la tierra comiendo de su mano? Aun así, no podía condenarlo a seguir viviendo eternamente en un libro. No cuando ella era la llave para liberarlo.
                
— Cuéntame una cosa—dijo Lucía en voz baja—Quiero saber cómo acabaste metido en el libro; la historia completa. Y qué le ocurrió a tu esposa—no lo habría creído posible, pero la mandíbula de Alex se tensó aún más. Estaba intentando esconderse de nuevo. Pero ella se negó a que huyera. Ya era hora de que entendiera por qué le preocupaba el hecho de acostarse con él—Alex, me estás pidiendo mucho. No tengo demasiada experiencia en ese ámbito.

Él frunció el ceño.

— ¿Eres virgen?.

— Ojalá—balbució Lucía.

Alex vio el dolor en sus ojos mientras le contestaba en un murmullo. Avergonzada, ella miró al suelo. ¡No!, rugió su mente. No era posible que hubiese sufrido lo que estaba imaginando. Una inesperada furia se despertó en su interior ante la mera posibilidad.

— ¿Te han violado?

— No—susurró ella—No... exactamente.

La confusión disipó la ira de Alex.

— Entonces, ¿qué quieres decir?

— Era demasiado joven y estúpida—continuó ella muy despacio.

— El muy cerdo se aprovechó de que sus padres acababan de morir y de que ella estaba muy mal—le contó Mariana con voz áspera—Era uno de esos sucios embusteros que te sueltan lo de "sólo quiero cuidarte", para aprovecharse y después salir corriendo una vez que lo consiguen.

— ¿Te hizo daño?—le preguntó Alex.
       
Lucía asintió. Una nueva oleada de furia lo asaltó. No sabía muy bien por qué le importaba tanto lo que pudiera sucederle a la castaña, pero por alguna razón que no acababa de comprender, así era. Y quería vengarse en su nombre. Vio cómo le temblaba la mano, se la cubrió con la suya, y comenzó a acariciarle suavemente los nudillos con el pulgar.
                
— Sólo lo hice una vez—confesó en un murmullo—Ya sé que la primera vez duele, pero no sabía que fuese así. Y el daño físico no fue el peor; lo más horrible fue el hecho de que no pareció importarle nada mi sufrimiento. Me sentí como si sólo estuviese allí para complacerle, como si ni siquiera fuese una persona.
               
A Alex se le hizo un nudo en el estómago. Sabía muy bien a lo que Lucía se refería.
                 
— Esa misma semana—prosiguió—Como no me llamaba ni me contestaba, fui a su apartamento para verlo. Era primavera y tenía las ventanas abiertas. Cuando me acerqué...—un sollozo la interrumpió.
        
— Él y su compañero de piso habían hecho una apuesta para ver cuál de los dos desfloraba más vírgenes ese año—le contó Mariana—Lucía les escuchó burlarse de ella.
                 
Una furia letal y siniestra lo poseyó. Él había conocido a muchos hombres de esa calaña. Y jamás había podido soportarlos. De hecho, siempre le había dado mucho gusto librar a la tierra de su hedionda presencia.

— Me sentí utilizada; como una estúpida—murmuró Lucía mirándolo. La agonía que reflejaban sus ojos lo abrazó—No quiero volver a sentirme así—se tapó la cara con una mano, pero no antes de que Alex captara la humillación en su mirada.
         
— Lo siento mucho, Lucía—susurró él, abrazándola.

𝑫𝒊𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒔𝒆𝒙𝒐 - Lucialex (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora