— ¿Dónde naciste?
Comenzó a latirle un músculo en la mandíbula, y sus ojos se oscurecieron de forma siniestra. Cualquiera que hubiese sido el lugar de su nacimiento, no parecía agradarle demasiado.
— Muy bien, soy medio griego; pero no estoy orgulloso de esa parte de mi herencia.
Bien; un tema espinoso. De ahora en adelante, borraría la palabra "griego" de su vocabulario.
— Volviendo al asunto de la lencería—dijo Mariana—debo decir que allí hay una roja que creo que le quedaría mucho mejor.
— ¡Mariana!—le gritó Lucía.
Su amiga la ignoró y condujo a Alex al estante donde estaba colgada la lencería de color rojo. Los tirantes eran minúsculos con un encaje brillante.
— ¿Qué estás pensando?—le preguntó Lucía mientras Mariana sostenía la prenda frente a Alex.
Él miró de forma especulativa.
Si continuaban con ese jueguito, acabaría muerta de la vergüenza.
— ¿Quieren dejar ya eso?—les preguntó—No pienso ponérmelo.
— De todas formas voy a comprarlo—dijo su amiga con voz resuelta—Estoy prácticamente segura de que Alejandro es capaz de convencerte para que te lo pongas.
Él la miró divertido.
— Preferiría convencerla para que se lo quitara.
Lucía se cubrió la cara con las manos y gimió.
— Acabará animándose—le contestó Mariana con un gesto conspirador.
— No lo haré—le dijo Lucía, aún oculta tras las manos.
— Sí lo harás—dijo el ojiverde dejando zanjado el tema, mientras Mariana pagaba el conjunto.
Usó un tono tan arrogante y confiado, que Lucía imaginó que no estaba acostumbrado a que le desafiaran.
— ¿Te has equivocado alguna vez?—le preguntó.
La diversión desapareció de su rostro, y de nuevo ocultó sus sentimientos tras un especie de velo. Esa mirada escondía algo, estaba segura. Algo muy doloroso, teniendo en cuenta la repentina tensión de su cuerpo.
No volvió a pronunciar una sola palabra hasta que Mariana regresó y le dio la bolsa.
— Vaya—comentó—Se me ocurre que podrían poner unas velas, una música tranquila y...
— Mariana...—la interrumpió Lucía.
— ¿Qué? ¿Prefieres un perreo a lo desgraciado y sin perdón de Dios?
— No, nada de eso; te agradezco mucho lo que intentas hacer, pero en lugar de hablar de mí, ¿Podemos ocuparnos de Alex?
Mariana la miró de reojo.
— Claro, ¿Le pasa algo?
— ¿Sabes cómo sacarlo del libro? De forma permanente, quiero decir...
— Ni idea—contestó y se dirigió al pelinegro—¿Tú sabes algo al respecto?
— No he dejado de repetírselo: es imposible.
Mariana asintió con la cabeza.
— Es muy testaruda. Nunca presta atención a lo que se le dice, a menos que sea lo que ella quiere oír.
— Testaruda o no—añadió Lucía dirigiéndose a Alex—No puedo imaginar una sola razón por la cual querrías permanecer encerrado en un libro.
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𝑫𝒊𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒔𝒆𝒙𝒐 - Lucialex (Adaptación)
Hayran KurguESTA NO ES MI HISTORIA, ES UNA ADAPTACIÓN CRÉDITOS A SU MARAVILLOSA AUTORA Sostén el libro sobre el pecho y menciona su nombre tres veces a la medianoche, bajo la luz de la luna llena. Él vendrá a ti y hasta la siguiente luna, su cuerpo estará a tu...