En un principio, Lucía no reaccionó, perdida como estaba en la sensación de aquellos fuertes brazos que la rodeaban con pasión; su mente estaba totalmente centrada en el hecho de que un hombre la había levantado del suelo y no hubiese gruñido por el esfuerzo.
Pero al pasar junto la enorme piña que decoraba el pasamanos de la escalera, salió de su ensimismamiento con un sobresalto.
— ¡Hey!—le soltó agarrándose a la piña de caoba tallada como si se tratara de un salvavidas—¿A dónde crees que me llevas?
Él se detuvo y la miró con curiosidad. En ese momento Lucía fue consciente de que un hombre tan poderoso como aquel, podría hacer lo que le apeteciera con ella y sería inútil intentar detenerlo.
Un estremecimiento de terror la sacudió. Sin embargo, por muy peligrosa que la situación fuese, una parte de ella no estaba asustada. Algo en su interior le decía que ese hombre jamás le haría daño intencionalmente.
— Te llevo a tu dormitorio, dónde podemos acabar lo que hemos empezado—dijo llanamente, como si estuviesen hablando del clima.
—Me parece que no.
Él encogió los hombros.
— ¿Prefieres las escaleras entonces? ¿O quizá el sofá?—se detuvo y echó un vistazo alrededor de su casa, como si estuviese considerando las opciones—No es mala idea, en realidad. Hace mucho que no poseo a alguien en un...
— ¡No, no, no! El único sitio donde vas a poseerme es en tus sueños. Y ahora déjame en el suelo antes de que me enfade de verdad.
Para su asombro, él obedeció. Comenzó a sentirse un poco mejor una vez que sus pies tocaron tierra firme. Ahora estaban frente a frente , y casi a la misma
altura. De pronto, el impacto de su presencia la golpeó con intensidad. ¡Era real! ¡Cielos!, Mariana y ella habían conseguido invocarlo y traerlo a este
mundo.
Con el rostro impasible y sin la más ligera muestra de que la situacion lo divirtiera, la miró directamente a los ojos—No entiendo por qué estoy aquí. Si no me quieres dentro de ti ¿Para qué me has invocado?
Estuvo a punto de gemir al escuchar sus palabras. Y más aún cuando la visión de su cuerpo dorado, esbelto y poderoso introduciéndose en ella le pasó por la mente. ¿Qué se sentiría cuando un hombre tan increíblemente delicioso te hacía el amor durante toda la noche?.
Estaba claro que él sería delicioso en la cama, no cabía duda. Con la destreza y
agilidad que caracterizaban sus movimientos, no hacía falta decir lo fenomenalmente bien que... Lucía se puso tensa ante el rumbo de sus pensamientos, ¿Qué pasaba con este
hombre?. Jamás en su vida había sentido tanto deseo sexual como el que sentía en estos momentos. ¡Nunca! Literalmente hablando lo tumbaría en el suelo y se lo comería entero.
No tenía sentido. Se había acostumbrado, con el paso de los años, y más con la carrera que había elegido (sexología) a que le describieran innumerables encuentros sexuales de la forma más gráfica; algunos de sus pacientes incluso intentaban conmocinarla o excitarla.
Ni una sola vez habían cumplido su propósito. Pero cuando se trata de él, lo único que tenía en mente era coger, echarlo en el suelo y subirsele encima. Ese pensamiento, tan impropio de ella, le devolvió la sensatez. Abrió la boca para responder su pregunta, y no dijo nada. ¿Qué iba a hacer con este hombre?. Aparte de aquello. Movió la cabeza con
incredulidad.
— ¿Qué se supone que voy a hacer contigo?
Los ojos de él se oscurecieron por la lujuria e intentó tocarlo de nuevo. ¡Oh, si! Le pedía su cuerpo, por favor, tócame por todos lados.
— ¡Detente!—espetó, dirigiéndose tanto a Alejandro cómo para sí misma; se negaba a perder el control. La cordura gobernaría la situacion, no las hormonas. Ya había cometido ese error
una vez y no estaba dispuesta a repetirlo.
Subió de un salto un escalón más y lo miró directamente a los ojos. ¡Jesús, María y José!, Era fantástico. El cabello le caía en mechones, dónde estaba sujetado por una tira de cuero marrón. Las cejas, de color negro, se arqueaban sobre unos ojos verdes fascinantes a la par que
terroríficos. Y esos ojos la estaban mirando con más pasión de la que deberían. En ese momento desearía matar a Mariana, sin ninguna duda. Pero no tanto como le gustaría meterse a la cama con este hombre y clavar sus uñas en esa piel dorada ¡Lucía déjalo
ya!
— No entiendo lo que sucede—dijo al fin. Tenía que pensar, descubrir lo que tenía que hacer—Necesito sentarme un segundo y tú...—deslizó los ojos sobre su cuerpo—Tú necesitas taparte—él puso una expresión crispada. Era la primera vez que en toda su existencia que
alguien le decía eso.
De hecho, todas las personas a las que había conocido antes de la maldición, no habían hecho otra cosa más que intentar arrancarle la ropa. Lo más rápido posible. Y después de la maldición, sus invocadores habían pasado días enteros a contemplar su desnudez mientras
pasaban las manos por su cuerpo, saboreando su presencia.
— Quédate aquí un momento—le dijo Lucía antes de subir a toda prisa las escaleras.
Alejandro observó el vaivén de sus caderas mientras subía los peldaños. Echó un vistazo a su alrededor con los dientes apretados, en un intento por ignorar el ardor que sentía en la entrepierna. La clave estaba en la distracción, al menos por ahora. Ninguna persona podía negarse por mucho tiempo al placer de tenerlo. Con una amarga sonrisa ante aquella idea, contempló la casa. ¿En qué lugar y en qué época se encontraba?
No sabía cuánto tiempo había estado atrapado. Lo único que recuerda era el sonido de las voces a lo largo del tiempo. El sutil cambio de los acentos y de los dialectos según pasaban los años. Mirando a la luz que se encontraba sobre su cabeza, frunció el ceño. No había
ninguna llama. ¿Qué era esa cosa? Los ojos se le llenaron de lágrimas, irritados y desvío la vista. Eso debía ser una bombilla, decidió.
"Oye, necesito cambiar la bombilla. Hazme el favor de darle al interruptor que está junto la puerta ¿Vale?" Recordó las palabras del dueño de la librería, miró hacia la puerta y vio lo que supuestamente debía ser el interruptor. Alejandro se alejó de las escaleras y apretó el pequeño dispositivo. De inmediato, las luces se apagaron. Volvió a encenderlas. Sonrió sin proponérselo. ¿Qué otras maravillas le aguardaban en esta época?
— Aquí tienes.
Alejandro miró a Lucía que estaba en la parte superior de la escalera. Le arrojó un largo rectángulo de tela verde oscura. La sostuvo sobre el pecho mientras la incredulidad lo dejaba perplejo. ¿Había dicho en serio lo de cubrirle?. Qué extraña. Frunciendo más el ceño, se envolvió las caderas con la tela...........................................................
Créditos a su maravillosa autora.
![](https://img.wattpad.com/cover/277483658-288-k963900.jpg)
ESTÁS LEYENDO
𝑫𝒊𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒔𝒆𝒙𝒐 - Lucialex (Adaptación)
FanficESTA NO ES MI HISTORIA, ES UNA ADAPTACIÓN CRÉDITOS A SU MARAVILLOSA AUTORA Sostén el libro sobre el pecho y menciona su nombre tres veces a la medianoche, bajo la luz de la luna llena. Él vendrá a ti y hasta la siguiente luna, su cuerpo estará a tu...