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Alejandro se encogió de temor ante la repentina invasión de los recuerdos de su última invocación.
"Haz lo que te ordeno. Tócame aquí. Házmelo bien y te traeré de comer"
No era de extrañar que se comportara como un animal; le había tratado como tal durante tanto tiempo que apenas recordaba como era ser un humano. Al menos, Lucía no lo había encadenado a la cama. Todavía asqueado, echó un vistazo alrededor de la cocina, mientras
daba gracias mentalmente por el hecho de que Lucía no hubiese presenciado su perdida momentánea de control.
Con la respiración entrecortada, cogió la mitad del melón y la echó al recipiente donde había visto a Lucía botar la basura el día anterior. Después, abrió el grifo del fregadero y se lavó para desprenderse de la pegajosa pulpa. Tan pronto como el agua fresca le rozó la
piel, suspiró de placer. Agua. Fría y pura. Era lo que más echaba de menos durante su confinamiento. Lo que más anhelaba, hora tras hora, mientras su reseca garganta ardía de dolor.
Dejo que el agua se deslizara por su piel antes de capturarla con las manos ahuecadas y beber directamente de ellas. Se chupó los dedos. Era maravillosamente relajante la
sensación de sentir el frescor en la boca y después sentir como bajaba por la garganta, calmando su sed.
Lo único que deseaba en ese momento era meterse en el fregadero y sentir como el agua se deslizaba por todo su cuerpo. Dejar que...
Escuchó que alguien golpeaba la puerta suavemente y, al instante, un ruido de pasos que descendían de las escaleras. Cerró el grifo y cogió el trapo seco que habia al lado para secarse las manos y la cara con él. Cuando volvió a la encimera para recoger los restos del melón, reconoció la voz de Mariana.
— ¿Dónde está?
Alejandro sacudió la cabeza ante el entusiasmo de la amiga de Lucía. Eso era lo que había esperado de ella. Las dos chicas entraron a la cocina. Alejandro alzó la mirada y se encontró con
una castaña un poco más alta que Lucía.
— ¡No mames!—balbuceó Mariana.
Lucía cruzó los brazos sobre su pecho, en sus ojos brillaban una mezcla de ira y
diversión.
— Alex, ¿Te puedo llamar así?—el ojiverde asintió—Ella es Mariana.
— ¡No mames!—repitió su amiga.
— ¿Mariana?—preguntó Lucía, moviendo las manos frente los ojos de su boquiabierta amiga, que ni siquiera parpadeaba.
— ¡No ma...!
— ¿Vas a dejarlo ya?—le reprendió Lucía.
Mariana dejó que la ropa que llevaba en las manos cayera directa al suelo y dio una vuelta completa alrededor de Alejandro para poder ver su cuerpo desde todos los ángulos. Sus ojos
comenzaron por su cabeza y descendieron hasta los pies. Lucía apenas podía suprimir la vergüenza ante semejante descaro.
— ¿Te gustaría mirarme los dientes tal vez? ¿O prefieres que me baje los pantalones para que puedas inspeccionarme más agusto?—le preguntó el pelinegro incómodo.
Nunca había soportado ser el centro de atención de esas desmedidas muestras de atención. Mariana alargó una mano, insegura de tocarle el brazo.
—¡Boo!—la asustó Alejandro, logrando que Mariana diera un respingo, Lucía soltó una carcajada. Mariana frunció el ceño y les dedicó una furiosa mirada a
ambos.
— Muy bien ¿Están intentando reírse de mi?
— Te lo mereces-—le dijo Lucía mientras tomaba un trozo de melón recién cortado por Alejandro y se lo llevaba a la boca—Por no mencionar que tú vas a ocuparte de él durante el día de
hoy.
— ¿Qué?—preguntaron Alejandro y Mariana al mismo tiempo.
Lucía se tragó el bocado.
— Bueno, no puedo llevarlo conmigo a la consulta.
— Apuesto a que tu secretaria y tus pacientes femeninas estarían encantadas.
— Exactamente por eso.
— ¿No puedes cancelar las citas?—preguntó Mariana.
Alejandro estuvo de acuerdo. No le apetecía en lo absoluto mostrarse en un sitio público. La única parte de la maldición que encontraba remotamente tolerable era el hecho de que la mayoría de sus invocadoras lo mantenían oculto en sus estancias privadas o en los
jardines.
— Sabes perfectamente por qué—contestó—No tengo una pareja ni un suggar Daddy que me mantenga. Además, no creo que a Alex le guste quedarse solo en casa todo el día, sin nada que hacer. Estoy segura que le gustaría salir y conocer la ciudad.
— Preferiría quedarme aquí contigo—dijo él.
Porque lo que realmente le apetecía era verla otra vez bajo su cuerpo, y sentir como su cuerpo temblaba mientras la hacía chillar de placer. Lucía se quedó atrapada en su mirada, y Alejandro reconoció el deseo que brillaba en sus lindos ojos. En ese instante, descubrió lo que se proponía.
Se iba a trabajar para evitar quedarse a solas con él. Bien, tarde o temprano tendría que regresar a casa. Y entonces, sería suya. Y una vez se rindiera, iba a demostrarle la resistencia y la pasión que poseía un soldado macedonio entrenado en el ejército espartano.
La mañana pareció transcurrir muy lentamente con la habitual ronda de citas. Por mucho que intentaba concentrarse en sus pacientes y sus problemas. No lo lograba. Una y otra vez su mente volvía a recordar la piel tostada y los ardientes ojos de Alejandro. Y esa sonrisa...
Cómo deseaba que él no le hubiese sonreído jamás. Esa sonrisa podía ser muy bien su perdición.
— Y entonces le dije "Rodrigo, mira, si quieres que esto funcione tienes que confiar en mí y dejar tus celos tóxicos de lado." ¿Hice bien doctora?—Lucía alzó la vista del cuaderno dónde estaba garabateando cosas sin sentido.
— ¿Qué decías Romina?—le preguntó a la paciente, sentada en el sillón frente a ella, la mujer era una fotógrafa elegantemente vestida.
—¿Estuvo bien lo de decirle a Rodrigo que tuviera más confianza en mí? A ver, sé que está en todo su derecho de desconfiar de mí por haberle engañado en tres ocasiones pero le prometí cambiar. Y lo estoy haciendo ¿No doctora?—Lucía asintió.
— Por supuesto, si le prometiste cambiar por él y por sus hijos debe confiar.
— ¿Lo ve? ¡Lo sabía! Él me cela sin ningún motivo.
Lucía miró por quinta vez la hora en los últimos quince minutos, casi acababa su cita con Romina.
— Tienes toda la razón—le dice antes de que comenzara su reproche hacia su marido y su falta de cooperación en la cama—Quizá deberíamos dejar el tema para el lunes, cuando tengamos la
sesión conjunta con Rodrigo ¿No crees?—Romina asintió.
— Estupendo, pero recuérdeme el lunes que le hable sobre bobby.
—¿Bobby?
— El Chihuahua que vive en el apartamento de al lado, juraría que ese perro me ha echado el ojo—Lucía frunció el ceño. No era posible que Romina insinuase lo que ella se estaba
imaginando que en el fondo quería decir.
— ¿El ojo?
— Ya sabe... El ojo. Puede que parezca loco pero ese perro solo piensa en el sexo. Cada vez que paso a su lado me mira la falda, y no se imagina lo que hace con mis zapatos. Ese perro es un pervertido.
— Okey—contestó Lucía interrumpiendola de nuevo. Empezaba a sospechar que no podría hacer nada con Romina, y su obsesión acerca de que todos los hombres del mundo se morían por poseerla.
— Definitivamente nos ocuparemos de alejar el enamoramiento del chihuahua por ti.
— Gracias doctora, usted es la mejor—Romina recogió su bolso del suelo y se encaminó hacia la puerta. Lucía se frotó la frente mientras las palabras de Romina sonaban en su cabeza.
¿Un chihuahua? ¡Dios! Pobre Romina. Aunque por otro lado... Era preferible tener un chihuahua lanzando miradas lujuriosas a tu falda que un Dios griego.
— Ay Mariana...¿Cómo consigues meterme en estos líos?—antes de poder hilar ese pensamiento, sonó el zumbido del intercomunicador—¿Si?
— Su cita de las once ha sido cancelada, y durante la hora de la señorita Carbajal su amiga Mariana ha llamado seis docenas de veces, y no estoy exagerando, ni bromeando. Ha dejado una cantidad impresionante de mensajes para que se comunique con ella lo antes posible.
— De acuerdo, gracias.
Cogió el teléfono y marcó el número de Mariana.
— ¡Por fin, gracias a Dios!—exclamó la chica antes de que Lucía pudiera pronunciar siquiera una palabra—Mueve el culo hasta aquí y llévate a tu novio a tu casa ¡Ahora mismo!
—No es mi novio, es tu...
— ¡Agh! ¿Quieres saber lo que es?—le preguntó Mariana en un tono histérico—¡Es un jodido imán de estrógenos! Eso es lo que es. Estoy rodeada de una multitud de mujeres en este mismo momento Lucía...—su amiga soltó un pequeño grito de desesperación—Las tiendas de aquí están más que encantadas, están vendiendo más de lo que han vendido en su vida. He intentado llevarlo para tu casa desde hace horas, pero no he podido abrir un hueco en semejante muchedumbre. Te juro que si lo ves, pensarías que es un famoso o algo. Es la primera vez que veo algo así ¡Así que mueve el culo y ven a ayudarme!—se
escucharon varios gritos de mujeres y en ese momento se cortó la llamada.




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Créditos a su maravillosa autora.

𝑫𝒊𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒔𝒆𝒙𝒐 - Lucialex (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora