Permite volver a ti, permíteme amarte de la manera que yo jamás podría hacer a mi mismo.
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Cuatro años han pasado desde que Yoon Gi se marchó a Berlín a estudiar, y desde entonces no ha habido manera en que regrese a Corea y sus recuerdos de su v...
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Cuando llegó al hospital esa mañana, lo primero que hizo luego de reportarse, fue ir en busca de un par de aspirinas que tenía guardadas en una de las gavetas de su escritorio, que estaban acompañadas de todos los demás medicamentos recetados que debía tomar a lo largo del día o en situaciones que lo ameritaba, como era este caso. Si no fuera porque comenzó el día demasiado atareado, hubiera pasado a la farmacia más cercana por un jarabe para la resaca, pero sabía también que no iba a ser el único que necesitase de ello.
En su departamento no estuvo muy consciente de lo que había a su alrededor mientras salía de allí, pero como mínimo tiene la difusa imagen de haber visto por lo menos cuatro o tres cuerpos regados por el suelo y el sofá de la sala casi como cadáveres. Con sólo le bastaba darse una pequeña idea de lo tarde pudo haber culminado toda la fiesta y agradecía de que, a diferencia de su caso, Jung Hyun se podía encargar del resto para que se sintieran mejor luego.
Más allá de haber tomado como si la vida dependiera de ello, no recordaba mucho de lo que había pasado y los sucesos previos y durante el karaoke parecían no estar más allá de un sentimiento triste que le daban ganas de llorar. Agradecía que toda la actividad haya calzado con el día libre donde no había cirugías programadas más allá de hacer los chequeos post operatorios y estar con los pacientes de oncología que siempre luchaban para que estuviera con ellos una tarde a la semana para poder jugar. Más allá de ser algo que formaba parte de su agenda mensual, siempre era un despeje de su cabeza con tal de hacer sentir mejor a los menores que habían comenzado a considerar el hospital como su segundo hogar.
Se recostó sobre su silla del escritorio cerrando sus ojos del paso con tal de despejar la mente un par de minutos esperando que la aspirina hiciera el efecto en su cuerpo y que el dolor de cabeza lo dejara hacer su trabajo con tranquilidad durante todo lo que restaba de ese domingo. Todo estuvo bien, hasta que escuchó el tocar de su puerta, que, aunque fue un golpe ligero, para él se trató de un par de martillazos contra la pared. Al exclamar el pase a la otra persona se enderezó sobre su asiento abriendo uno de los expedientes más cercanos con tal de disimular un poco su trabajo.
— Buenos días. — Saludó la enfermera de rutina de ese día con una reverencia. A lo que Kim de reojo le imitó con un asentimiento con la cabeza. —Doctor, los pacientes de oncología quieren verlo.
— ¿Ahora? Pero si es esta tarde. — Miró la hora en la pantalla de su monitor, ni siquiera eran las once de la mañana.
—Según comunicaron, la paciente Hwang tiene que ser sometida a su tratamiento de quimioterapia a las dos de la tarde, por lo que quiere verle antes de eso. De paso se disculpan por informarle de esa manera, pero parece que su intercomunicador está fuera de servicio. — Ambos se dirigieron a este que estaba sobre el escritorio y para dar con el acierto, estaba descolgado y saber quién desde cuando estaba así.
—Está bien, creo que tengo tiempo. —Obvió aquello último cuando acomodó el dispositivo como corresponde. — Gracias, enfermera Jang.
La mujer salió de la oficina sin decir nada más, y se podía notar a simple vista que los ánimos estaban por el suelo ese día, en especial si se mantenía una guardia desde el día antes. Se dedicó un par de minutos para revisar los expedientes de los pacientes de ir al otro departamento, ya que podía aprovechar la visita para realizar sus chequeos de rutina como correspondía y así no tener que hacerlo luego. En esta ocasión sólo tenía dos de ellos, ya que últimamente no había muchos pacientes que requerían permanecer siempre en el hospital debido a su condición.
