10.2 Cenizas quedan

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Jeana se va de la cocina y la sigo con la mirada

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Jeana se va de la cocina y la sigo con la mirada... por si se pierde...en mi casa.

Miro el gran oso en mis manos y lo extiendo para observarlo mejor.

—Hace mucho que no me regalaban peluches.

—Recuerdo que te di uno hace dos años— comenta Alicia sirviéndose un vaso de vodka.

—Mi exnovia y yo habíamos pasamos de los peluches, nos parecía una pérdida de dinero, acumulan ácaros, polvo y ocupa espacio, sin mencionar los espantosos ojos de vidrio que tienen algunos, parece que te observaran—opina mi primo, Andrés.

—Que apreciación tan romántica— comenta Matías, mi vecino—, ya sabemos porque es tu ex.

No se me pasa desapercibida la mirada de Alicia hacia Jeana, que está de espalda hablando con los chicos.

¿Habrá sido mala idea juntarlas? Quizá ellas están incomodas con la presencia de la otra.

Si es así al menos Jeana lo oculta muy bien y Alicia, bueno, ella ya no trata de ocultar su descontento y la mira con el ceño fruncido.

Mis amigos charlan, yo sonrío y asiento de vez en cuando para que no se den cuenta de que mi cabeza esta por las nubes.

Alicia y yo somos amigos, ella lo sabe, yo lo sé, nuestros conocidos ya lo saben. ¿Qué pretende mirando fijamente a Jeana? ¿derretirla? ¿incomodarla?

Aunque nunca salió un comunicado aclarando la situación entre Jeana y yo, porque dejamos que se especule solo, Alicia ya sabe que se acabó porque se lo conté accidentalmente.

Me bebo de un trago mi vaso de tequila.

—¿Ya estas empezando con los veinticuatro shots? — pregunta Andrés.

—Te recomiendo que te sirvas menos si quieres disfrutar en tus cinco sentidos tu fiesta— aconseja Matías.

—Ay, cállate, Matías. Tu trago se va a evaporar si no te lo tomas.

Matías bebe dejando de lado su propio consejo, mirando retador a Andrés. Alicia se va de la cocina y mis amigos se ponen un poco más serios.

—Traeré a Frederick— me informa Matías.

—¿Por?

Cojo un limón, lo entierro en el pote con sal, me lo meto a la boca, lo exprimo y luego tomo el tequila de un trago, evito arrugar la cara.

—Porque nos contó algunas cosas sobre la guapa chica— Andrés señala el oso— y tú. Queríamos preguntarte y Fred dijo que no lo hiciéramos si no estaba él para burlarse de tus respuestas.

Le quito su vaso y me bebo lo que queda de el haciendo que se ría.

—Que idiota— niego.

—¿Ya está ebrio tan rápido? — pregunta tras de mi alguien que no sé por qué llamo mejor amigo— ¿Lo grabas con tu celular? El mío esta casi muerto.

Lo que cuesta decir Te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora