17. Fuego

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17 de Setiembre

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17 de Setiembre

Deslizo el dedo apagando la alarma. ¿Las cinco tan rápido? De seguro tengo ojeras por no haber dormido ni siete horas, ayer me acosté muy tarde. Reviso mi celular y me doy con la sorpresa de que Jeana no ha respondido el mensaje de ayer, que le dejé después de irme. Me siento un poco culpable por eso, pero Alberto se puso mal y Alicia y su madre no dejaban de llorar.

Hoy no tenemos que hacer una grabación, será en vivo por lo que llegamos en la tarde. Se acerca la final y los programas en esas fechas son en vivo.

Me vuelvo a acostar en la cama solo para que a los minutos vuelva a sonar mi alarma, seguro que en vez de apagarla solo la aplace cinco minutos más.

Con un gran suspiro me pongo de pie y empiezo a hacer mi rutina diaria: lavarme, preparar el batido de proteínas, estirar, tratar de meditar, beberme el batido, hacer ejercicios y bañarme. Cuando termino todo, a eso de las siete, me visto mientras llamo a Jeana. No me contesta por lo que vuelvo a llamarla, al tercer intento coge la llamada.

—¿Hola? — su voz es ronca.

—Uh, no te oyes bien ¿te has enfermado?

—No lo creo— es toda su respuesta.

—¿Te he levantado?

—Ya estaba despierta desde hace rato, descuida.

—¿Vamos a desayunar? Podemos ir a...

—Darren, me encantaría, pero creo que no estoy de ánimo, además estoy en ayuno.

Nos quedamos en silencio. Jeana no se encuentra habladora ni de humor hoy, lo cual se me hace raro. Me he acostumbrado a sus risas y sus tonos bromistas en estos últimos días, incluso nuestros amigos han notado diferencia en ella.

—¿Te has levantado con el pie izquierdo o pasó algo ayer? — pregunto lo más dulce posible para que ella me cuente— puedes contármelo todo. Ayer no respondiste mi mensaje.

Pensar en que discutió con sus padres me da una sensación de culpabilidad, la abandoné y estoy seguro de que las cosas se tornaron tensas. Y la mirada que le lanzó Daniela a su hermana apenas mencioné el nombre de mi ex no me pasó desapercibida, ¿si el problema va por ahí?

—No pasó nada, descuida. Solo me duele un poco la cabeza, ¿cómo está el tío de Alicia?

—Ya estable felizmente, estuve ahí hasta la madrugada.

—Que bueno, es triste toda esta situación.

—Sí, lo es.

Esto se siente raro, como si no tuviésemos de que hablar cuando hay más de un millón de cosas.

—Bueno...— sé que se va a despedir y probablemente no nos hablemos hasta en la tarde cuando estemos en el trabajo.

—Así que mi novia ¿eh? — la interrumpo.

Lo que cuesta decir Te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora