23. Furia

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¡Hoy hemos ganado!

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¡Hoy hemos ganado!

Me emociona tanto que incluso puedo ignorar el tremendo moretón que se me va a formar en el muslo.

Natalie, que ha esperado en la entrada del set a que terminemos la reunión, se empieza a acercar.

—¿Muy cansada? — me pregunta con una sonrisa.

Ella está fresca como una lechuga mientras yo, dejando el glamur de lado, estoy echada en el suelo con los brazos abiertos.

—Y adolorida.

Natalie ríe mientras se acerca a Alexandre.

—¡Rojito! Justo a quien buscaba.

—No hare una fiesta con temática de ángeles y demonios, Natalie. Lo digo por última vez.

—Pero ¿Por qué? Piénsalo, sería fantástico.

—Pues hazlo para tu cumpleaños.

Alexandre empieza a irse seguido por mi amiga.

Hago el intento de levantarme y caigo, me rio de mí misma, de seguro parezco una tortuga.

Ivo se apiada de mí y me tiende su mano.

—Gracias.

—Se nota que has seguido el consejo de Alexandre, cuando te aventaste por el banderín yo ya te veía en una camilla con un collarín puesto.

Me rio de su comentario.

—Por poco y termino así— le digo.

Paso al vestuario por mi mochila y voy a la cochera. Estoy tan agotada que incluso arrastro los pies. Me duele todo. Creo que es porque es mi primera competencia y no he entrenado como es debido para la final. Para la próxima estaré en óptimas condiciones.

Claro, si me vuelven a llamar. La final es genial por el simple hecho de tener la posibilidad de ganar, pero es una preocupación constante, ahora más que nunca, saber que mi contrato termina mañana.

Miro a mi alrededor para verificar que no haya rastros de Jefferson y en efecto, no está.

Le preguntaré a Bruce sobre el trabajo que mencionó.

Hago tintinear las llaves del carro mientras le quito el seguro.

Como ya es costumbre tiro mi mochila al asiento del copiloto, voy a subir, pero la puerta se cierra de golpe. Reacciono rápido y saco mis manos antes de que sean aplastadas.

—Ibas enserio con lo de la denuncia.

Miro mis manos para verificar que no me falte ningún dedo. Jefferson se me acerca tanto que su pecho choca con el mío y me empuja.

—Sí, lo dije en serio— digo aún aturdida.

Jefferson ríe de manera amarga y me mira como si fuese la causante de todos sus problemas.

Lo que cuesta decir Te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora