21. Malentendido

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Ya han pasado ocho minutos desde que se fue y sigo parado en el mismo lugar

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Ya han pasado ocho minutos desde que se fue y sigo parado en el mismo lugar. Esperando verla aún ahí.

No le conté por no molestarla y lo irónico es que la molesté más por hacer eso precisamente.

No me gusta esto. La manera en la que miró, en la que se tensó o las lágrimas contenidas en sus ojos. Lo odio.

No debí de ocultarle cosas.

A pesar de que Fred y varias personas más crean que no, yo sé cómo es Alicia, claro que lo sé, fuimos grandes amigos primero y justo porque la conozco sé que ella es capaz de decirle todo eso a Jeana, solo no creí que de verdad lo hiciera porque, bueno, no tiene sentido. Me ha contado que me ha superado, fue contradictorio teniendo en cuenta que me molestaba con bromas coquetas, pero nunca le dije que se detuviera solo por el hecho de que ella parecía divertirse con eso y dejaba su dolor de lado.

En ese aspecto no puedo molestarme con Alicia, yo me volví una persona muy antipática cuando murió mi padre y aún así ella me aguanto; entonces, yo puedo aguantar sus bromas salidas del contexto de nuestra relación amical, pero de ahí a que vaya a meterse con Jeana, ha cruzado la línea.

Pego mi frente a la pared, solo para despegarla de inmediato recordando que la pintura aún esta fresca.

Me acerco a la pared a medio terminar de la sala y continuo con mi labor. Necesito hacer algo y mantenerme ocupado.

No reaccione como quisiera ante sus palabras, lo poco que salía de mí eran extractos de lo que en realidad quería decir.

Recreo la discusión con Jeana en mi cabeza, pero la diferencia es que está vez tengo respuestas más largas y explicitas que sacian sus dudas y calman esa silenciosa inquietud en su mirada.

Me hubiese gustado detenerla antes de que cruce la cocina o la puerta y aclarar todo este problema, pero ¿qué le hubiese dicho? En ese momento a las justas mi cerebro podía procesar sus palabras, supongo que por el impacto de nuestra primera discusión real y la última, espero, porque esta sensación de vacío y malestar general es un asco, me siento como el peor novio del mundo.

Y lo que me molesta más es que de verdad ¡de verdad! pude haberlo arreglado en su momento, decirle: sí te creo, perdóname por ser un imbécil que te ocultó cosas, por favor vuelve a confiar en mí.

Pero no lo hice, no reaccione, y es por eso por lo que a estas horas de la noche aún pienso en ella.

Cojo mi teléfono y hago una llamada.

—¿Darren? Son las dos de la madrugada— contesta Alicia adormilada.

—¿Por qué, Alicia?

—¿Qué sucede?

—Bueno, le dijiste a mi novia que ella era un reemplazo, supongo que puedes sacar tus conclusiones de lo que sucede. ¿Por qué lo hiciste? — no dejo que conteste y sigo hablando, manteniendo un tono serio— Lo único que he hecho es ser un buen amigo para ti porque tú lo fuiste para mí, Alicia.

Lo que cuesta decir Te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora