[ ♤ epílogo final ♤ ]

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cuatro años después del incendio; Tailandia, Bangkok

El viento revolvió sus cabellos rubios y el sol lo cegó mientras lo veía perderse en el horizonte, dando paso a otra noche calida.
Bostezó con cansancio y decidió meterse dentro del departamento, cerrando tras de sí el ventanal del balcón.

Miró la hora en su reloj de muñeca y suspiró aburrido. Sus ojos se posaron más abajo, en su antebrazo cubierto de quemaduras ya cicatrizadas pero claramente visibles.
Recordó el dolor, el ardor. Recordó también la furia y la tristeza, y derepente pasó de ser una noche tranquila a una nostalgica.

Hace cuatro años, en esa mansión, en ese incendio. Sicheng salió con vida aunque no tan ileso.
Su brazo izquierdo, así como casi gran parte de su pierna estaban cubiertas por quemaduras cicatrizadas. El fuego había llegado a él cuando decidió por breves momentos rendirse, y el calor y dolor insoportables lo despertaron.

Él había salido con vida, y meses después se enteró que Yuta también. Pero con su muerte fingida pudo estar tranquilo por años, Nakamoto se encerró en el dolor y la locura que terminó por consumirlo.

Lo supo por su amigo hace un año, que Yuta visitó su tumba y se voló la cabeza frente a todos. Frente a Yangyang.

El cajón bajo tierra yacía con los restos irreconocibles de Minghao, incluso muerto el hombre lo ayudó a vivir. Sicheng honró su memoria cada año, visito la tumba que tenía su propio nombre y se aseguró que la esposa e hijo del hombre tuvieran una vida digna. Fue lo minimo que pudo hacer.

El cuarto aniversario de su muerte sería en dos días. Tenía planeado ir y ver a Yangyang a lo lejos, pero Kun había sido específico; ㅡTe ayudaré con tu muerte pero, no verás a Yangyang de nuevo.

Oh sí, Qián había ayudado bastante.
No sólo falsificó la autopsia al cuerpo de Minghao, si no que se contactó con la mafia Thai para asociarlo a ella y vivir entre las sombras por el resto de su vida. Se consolaba a sí mismo diciendo que tenía a Ten, pero a veces se sentía demasiado solo.

Tenía un novio amoroso, un lindo departamento y más dinero del que podía gastar gracias a las cosas que hacía para los Thai, y claro, también gracias a Qián.

En ocasiones, cuando Ten no estaba en el departamento y se permitía hundirse en su agonía, solía tratar de recordar la última vez que pudo ver el rostro de Yangyang. Realmente no podía recordarlo y tardaba horas en conciliar el sueño por estar pensando en eso. A veces lloraba por no recordar el tono de su voz y había momentos en que saltar por el balcón parecía una idea maravillosa.
Algunos días lloraba durante horas porque sí podía recordar con claridad a Yuta, al tacto de sus manos y su tono de voz. Las esposas en sus muñecas, la habitación sin puerta, el cielo a travez de la unica ventana allí.

Podía estar días sin comer de sólo recordar la boca de Yuta sobre la suya, o la manera en que la sangre salía a borbotones de la garganta de Minghao.

En esos días, noches, horas e incluso minutos, Ten lo ponía entre sus brazos y le describía el rostro de Yangyang, su voz y cada aspecto fisico. En esos momentos oscuros, Ten ponía claridad.

El problema estaba cuando Ten tenía que irse por varias horas, dejándolo solo en el departamento. Era ahí cuando solía pensar mucho y terminar mal.

Dependencia o no, amaba a Ten por sacarlo de su pozo de angustia y sufrimiento cada vez que volvía a caer.

Se sentó en el comedor con una taza de leche y galletas de avena, puso musica a un volumen bajo y pensó en nada. Se tomó su tiempo en terminar su cena improvisada, cantó suave al ritmo de la musica y se permitió relajarse antes de que la puerta fuera abierta por su pareja.

[ R E D : mafia game ] Kunyang;Jaeyong;Luwoo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora