Capítulo Ventínueve

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Duncan bebía con calma su vaso de coñac, movía con lentitud el vaso en su mano y observaba el líquido ambarino girar dentro, no podía dormir y salió a dar un paseo por la casa, es cierto que hacía mucho frio, pero a él no le molestaba el frio al c...

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Duncan bebía con calma su vaso de coñac, movía con lentitud el vaso en su mano y observaba el líquido ambarino girar dentro, no podía dormir y salió a dar un paseo por la casa, es cierto que hacía mucho frio, pero a él no le molestaba el frio al contrario le gustaba bastante más que el sofocante verano, sus pasos lo guiaron a la biblioteca vio un halo de luz por debajo de la puerta y se extrañó bastante ya que todos descasaban a esas altas horas de la noche, no comprendía quien podría ser que estaba en aquella habitación a altas horas de la noche en especial con aquel frio que se sentía en el ambiente; ingreso con cuidado y tratando de hacer el menos ruido para poder observar quien estaba en la habitación sagrada de su hechicera y suya propia, pero al ver quien era quien estaba ahí su corazón se llenó de ternura – alguien como yo sintiendo ternura – susurro y dio varios pasos hasta quedar de pie frente a la dueña de su alma. Observo que Bonnie estaba profundamente dormida con su camisón y salto de cama blancos como la nieve que caía fuera, tan puros y virginales que hasta se podría decir que estaba cometiendo un pecado al mirarla, parecía ser la viva representación de un ángel descansado tras un agotador día de trabajo, ella era su mundo entero, pero también comprendía que al mirar un ángel se debía pagar un alto precio y estaba dispuesto a pagar penitencia o un castigo en el infierno lo haría con gusto, se inclinó y retiro de su rostro unos mechones que se soltaron de la trenza que descansaba desde su hombro hasta casi el final de sus costilla - ¿Cómo se vería su sedoso y brillante cabello suelto sobre las almohadas de mi cama?, ¡malditos pensamientos pecaminosos¡ - sonrió, la vio recostada en un futón que su abuela insistió en poner en ese lugar, ahora mismo agradecía aquella locura de su abuela - ¿Qué haces mi hechicera?

Bonnie sonrió en su sueño y creía percibir a Duncan cerca de ella, estaba soñando con él y su sueño estaba mirándola con tanta ternura – te esperaba – susurro con voz adormilada se quejo porque sentía algo de frio

- ¿Me esperabas? – se inclinó aún más para quedar a su altura - ¿no crees que hace demasiado frio para estar aquí? – acaricio su mejilla, se dio cuenta que estaba un poco fría, se puso de pie, se acercó a la chimenea y vio que el fuego se estaba casi apagando; así que tomo unos troncos y comenzó a avivar el fuego de la chimenea de la biblioteca, para que la habitación entrase en calor y evitar que Bonnie se pudiese enfermar por culpa del frio invernal, miro por todos lados y vio algunas mantas tras un sillón las tomo y volvió con ellas, agradeció la manía de su abuela de tener mantas por todos lados, después de todo aquella noche le debía agradecer bastante a aquella dulce mujer. Se acerco hasta quedar de pie junto ella, la miro desde su altura y sonrió al ver que ella medio abrió los ojos, pero sus parpados se volvía a cerrar, se notaba su cansancio, sabia que en parte tenia en parte culpa por la boragine de sentimientos en la cual la tenia envuelta, ella siempre le huia, sabia que aun no confiaba en sus sentimientos, que temia que solo fuesen algo pasajero o una estrategia para que lo ayudase, pero nada mas lejos de la verdad – yo te amo Bonnie, te amo demasiado – se arrodillo a su lado y acaricio su mejilla – créeme mi hechicera - susurro

Cautivando al ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora