Capítulo Treinta

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Su boda ¡su boda!, todo parecía un sueño o quizás una pesadilla, no podía comprender como llego a esto, como termino ahí parada frente al altar con Duncan a su lado

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Su boda ¡su boda!, todo parecía un sueño o quizás una pesadilla, no podía comprender como llego a esto, como termino ahí parada frente al altar con Duncan a su lado. Aquella locura comenzó cuando fueron descubiertos dormidos en el futón de la biblioteca, giro levemente su cabeza y miro de reojo a Duncan, él parecía estar calmado, tranquilo, hasta se podría decir que feliz, ¿pero sería real lo que veía?, que noble de su rango estaría feliz de estar envuelto en este enorme escándalo, ¡por dios! Se estaba casado con una simple doncella, ella no tenía tras de sí un honorable apellido, una gran dote, no tenía abolengo para ser una Duquesa, ella tan solo era una simple muchacha que amaba los libros, parpadeo rápido para que las lágrimas rodasen por sus mejillas, sentía angustia y miedo, mucho miedo por lo que todos aquellos nobles estarían diciendo de la familia Campbell, miedo por las miradas de reproche que podía sentir en su espalda

- Puede besar a la novia – la voz del clérigo resonó por la pequeña capilla que poseía la familia Campbell, dentro de su propiedad

Duncan se inclino sobre Bonnie y deposito un rápido beso sobre los labios de ella, la notaba nerviosa, molesta quizás, miro a los escasos invitados que habían en la ceremonia, él hubiese deseado que nadie asistiese tan solo sus más cercanos, pero su abuela no acepto su petición y organizo en un abrir y cerrar de ojos todo, es que se podía decir que falto poco para que tuviese licencia especial para el matrimonio guardada en su habitación, si no hubiese realizado él mismo aquel tramite supondría ello, pero él saco la licencia especial en pocos días; después de todo el dinero y poder de su familia aceleraron cualquier trámite, cualquier inconveniente, lo que fuese que se hubiese interpuesto lo saco del camino con rapidez, estar tan feliz como estaba se podría considerar un pecado, un crimen. Pero la maldita realidad es que estaba tan feliz que no sabía qué hacer para expresar aquella emoción que lo embargaba, realmente deseaba sacar sobre sus hombros a la hermosa mujer que tenia a su lado y besarla hasta que pudiese cambiar aquella expresión de terror que tenia en su rostro, la misma expresión que no la había abandonado, recordaba su expresión de terror, miedo y vergüenza al ver a toda aquella gente en la biblioteca juzgándolos con la mirada, él deseo poder sacar por la ventana a la mujer que los descubrió y no porque los hubiese descubierto, sino por la mirada de reproche y llena de prejuicios contra ellos, para ser honestos le importaba muy poco que lo mirasen así, después de todo era un Duque, un laird de escoses para él aquellas miradas eran insignificantes, que más le daba que lo juzgasen y hablasen de él a sus espaldas, ser la comidilla de las comadronas; si después de todo, toda aquella gente que lo juzgaba y reprochaba su conducta le abría sus puertas, lo invitaba a sus reuniones, le rendia pleitesía con tal de quedar bien con él, con el poder que tenía, con el prestigio de su apellido, era lo suficientemente sínico para disfrutar de aquellos rumores y después ver como todos aquellos que hablaban mal de él y su reputación. Corrían para obtener un poco de su atención, unas migajas de su poder, para presumir que era amigos del Duque de MaCewen, que se codeaban con él, sabia como moverse entre ese nido de víboras, que se escudaba tras las tradiciones, el apellido y el status – se volteo y miro a Bonnie – no podía negar que él creyó en eso en buscar a una dama que fuese un noble y distinguido apellido que le otorgara mayor status, mayor riqueza con su dote, pero ahora se daba cuenta que eso no servía, que no tiene valor alguno sino tienes a la persona adecuada a tu lado y su hechicera es la adecuada; ella ilumino su alma le dio la mejor dote de todas devolver su corazón a la vida – respiro hondo – tomo la mano de Bonnie y la apretó entre la suya y le dio un beso, se acerco a ella y le susurro – gracias por llegar – vio el desconcierto en los ojos de ella, sabia que ella no se podía negar, que aquel matrimonio era un hecho, pero a pesar de eso certeza tenia miedo, miedo a que ella huyera y no la pudiese encontrar a pesar de buscarla siempre.

Cautivando al ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora