XXVII

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Dejaron una nota, avisando que saldrían por una caminata por el lugar y que no sabían si volverían a cenar. (Y John específico que no los busquen, vaya discreción pensó Lee).

John la guió entre risitas hacia el lugar que había "encontrado". Era un simple granero, pero se había tomado el trabajo de barrer y limpiar un poco para que aquello no sea una mugre.

– ¿En qué momento limpiaste todo esto?

– Temprano ésta mañana. – sonrió orgulloso dejando su mochila en un banco de madera que había ahí.

– Ahora sé por qué no estabas a mi lado cuando desperté. – bromeó riendo mientras miraba todo el lugar.

– Te hice falta, ¿Cierto?– bromeó con aires de grandeza y Lee le dió un empujón delicado.

– Se puede decir que me acostumbré a despertar a tu lado. Pero si te soy sincera, he tomado una linda foto tuya durmiendo. Es lo más hermoso que ví jamás. – confesó abriendo la mochila de su novio para comenzar a sacar las sábanas blancas. Una hermosa  luz solar entraba por las ventanas, no tuvieron que cerrarlas porque no había nadie ahí y el estudio/residencia estaba a un kilómetros de distancia.

– Yo creo que me vería bastante aburrido durmiendo. Tu en cambio, eres muy hermosa. Me encanta la forma en que el sol matutino pega en tu rubio cabello, y se ve más dorado que nunca. – confesó. Lee alzó la mirada, John podía ser tan tierno con sus palabras y sonar como si le estuviera cantando una canción o recitando un poema.

– Que hermoso lo que me dices, John. – le sonrió cálidamente. Éste se ruborizó un poco al notar el peso de sus palabras y bajo la mirada hacia su mochila, mientras sacaba otras cosas.

– Es lo que siento.– dijo finalmente encogiéndose de hombros. Lee le dió un pellizco en la nariz juguetona, y riendo se volteó a colgar la gran sábana blanca.

Armaron más o menos un fondo decente, con la ayuda de John para colgar la sábana bien algo - ya que ella no llegaba bien, ni de puntas de pie-. Y que quede unos centímetros en el suelo para crear un piso uniforme.

– Bien, podemos tomar unas con tu ropa.

– No, esta vez déjame empezar a mi. – sugirió John tomando primero la cámara. Lee lo observó y cuando reaccionó acomodó su cabello.

– ¿Ah sí? ¿Cambiamos los roles? – preguntó riendo. John se colgó la cámara en el cuello mientras la prendía y asintió con una sonrisita.

– Hoy te ves hermosa. Me gustaría que dejes todo tu cabello suelto. – desarmo su cola de caballo que traía puesta. – y que quites ese sweater. Me gusta tu camiseta floreada.

Lee ante las órdenes del muchacho que tanto le atraía, las obedeció sin chistar y se ubicó en el pequeño set que habían creado para la sesión de fotos. John tomó unas fotos de ella.

– Bien, ahora quiero que te quites la camiseta. – la miró. Lee lo miró a los ojos y notó una mirada distinta, en sus ojos verdes. Una mirada cómplice y juguetona. Sonrió y lo obedeció. – Y los pantalones también.

– ¿Quieres que me desnude también? – bromeó.

– Aún no. – le contestó con seguridad y esa misma risita. Lee alzó una ceja divertida, y se ubicó nuevamente en el plano. John tomó unas fotos más y la miró.– ahora sí. – rompió el silencio, Lee lo miró sin comprender. – Desnúdate.

Lee miró por la ventana, insegura.

– No pueden verte desde Ridge Farm, están a kilómetros. – la tranquilizó con una sonrisa.

The Miracle | John DeaconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora